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Cierzo

Dear Oscar-1

Dear Oscar-1 Dear Oscar:

Ya sé que cuando en el último periodo de tu vida comenzaron a imponerse el teléfono, el fonógrafo y el auto tú te preparaste con resignación a fumar Nazirs. Tú, tan culto, tan refinado y distinguido, tan dandi, gustabas de llamar la atención de los demás con tu inteligencia, por eso hoy abominarías de la forma pedestre en que nos damos importancia y te resultaría difícil de admitir la pesadilla del teléfono móvil, aparato más evolucionado que el que tú conociste.

El teléfono móvil no es malo per se, tiene su lado positivo, por ejemplo, te permite ejercitarte en el cinismo, y si al mirar la pantallita ves que quien te llama es un pesado, un plomo del que no quieres saber nada, no descuelgas y listo. También podemos mentir descaradamente y con total impunidad a cerca del lugar donde nos encontramos, algo que no deja de ser una ventaja en según qué situaciones. Gracias al móvil podemos ver por la calle a una persona con cara de gilipollas sonriendo amorosamente a un trozo de plástico o a un alto ejecutivo recitando un monólogo sobre acciones que bajan. También podemos escuchar insulsas conversaciones ajenas cuando vamos en el tren o en el autobús, porque el invento nos convierte en oyentes pasivos al tener que aguantar estoicamente las cuestiones más ramplonas que uno pueda imaginarse. Gracias al móvil todo el mundo es más cercano. Gracias al móvil el aire transporta felicidad o desdicha: una llamada puede cambiar tu vida, y quizás por eso cargamos con el dichoso aparatito y vamos con él a todas partes: a comprar el pan, a pasear por el campo... Algunos maleducados incluso a la biblioteca, al cine o al restaurante. Por eso no es de extrañar que a mitad de una cena romántica el histriónico pitido de un móvil interrumpa una propuesta para acabar bien la noche. Los japoneses, que son muy listos, han previsto estas contingencias creando en sus restaurantes zona de móviles y de no móviles, y los franceses, no menos avispados, han dejado sin cobertura a la mayoría de teatros de París. Todo sea por el Arte.

Sí, dear, el mundo está muy cambiado, tanto que ni lo reconocerías, pero ya te iré poniendo al día.

Te admira.

María

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