Volver
Volver bajo cualquier pretexto,
por el obsceno placer de desandar el camino andado,
para aparecer de nuevo en el escenario,
para ajustar cuentas con los fantasmas
y reparar destrozos y limpiar polvo y telarañas.
No hay camino peor que el de la vuelta.
El pasado es un lugar
en el que siempre es invierno y hace frío.
Volver, volver con la cabeza gacha
y el rabo entre las piernas,
tambaleante y derrotado,
con los bolsillos vacíos
y los mismos sueños;
los que teníamos antes de partir.
De nada sirve huir,
cambiar de disfraz,
quemar los recuerdos
o tomar el primer tren a cualquier parte
cuando la nostalgia hace de las suyas.
Volver es atravesar la bruma de la noche,
entrar en el cementerio,
depositar flores y dejar caer lágrimas
en la tumba del niño que fuimos.
Hay recuerdos dulces
y recuerdos amargos,
pero ambos son brasas
de la misma hoguera,
de esa hoguera inextinguible
que es la memoria.
Volver, sí, pero ¿para qué?
Volver cuando nada importe,
para desenterrar a la luz de la luna
el triste tesoro de nuestra infancia
y descubrir que el cofre está vacío,
que todo ha desaparecido:
el libro de cuentos,
la madera perfumada,
la flor seca,
el regalo del abuelo...
Volver, volver, volver,
como si jamás nos hubiéramos ido.
por el obsceno placer de desandar el camino andado,
para aparecer de nuevo en el escenario,
para ajustar cuentas con los fantasmas
y reparar destrozos y limpiar polvo y telarañas.
No hay camino peor que el de la vuelta.
El pasado es un lugar
en el que siempre es invierno y hace frío.
Volver, volver con la cabeza gacha
y el rabo entre las piernas,
tambaleante y derrotado,
con los bolsillos vacíos
y los mismos sueños;
los que teníamos antes de partir.
De nada sirve huir,
cambiar de disfraz,
quemar los recuerdos
o tomar el primer tren a cualquier parte
cuando la nostalgia hace de las suyas.
Volver es atravesar la bruma de la noche,
entrar en el cementerio,
depositar flores y dejar caer lágrimas
en la tumba del niño que fuimos.
Hay recuerdos dulces
y recuerdos amargos,
pero ambos son brasas
de la misma hoguera,
de esa hoguera inextinguible
que es la memoria.
Volver, sí, pero ¿para qué?
Volver cuando nada importe,
para desenterrar a la luz de la luna
el triste tesoro de nuestra infancia
y descubrir que el cofre está vacío,
que todo ha desaparecido:
el libro de cuentos,
la madera perfumada,
la flor seca,
el regalo del abuelo...
Volver, volver, volver,
como si jamás nos hubiéramos ido.
1 comentario
carolina -
es inevitable no dejarme cautivar por los versos, por cada estrofa de estos poemas, porque sí, en cierto y gran modo siento algo de mí representado aquí.
muy lindo.