Teoría del caos
En el pasado fue la ignorancia la forma de control. Los poderosos y los gobernantes se aprovechaban de la incultura de los siervos para amenazarlos con terribles plagas divinas, con maleficios satánicos que castigarían a los que no hicieran caso a los dictados del jerarca de turno. En el siglo XVIII, el de las Luces, el de la Ilustración, la sociedad cambió, los siervos se convirtieron en ciudadanos y la cultura llegó al pueblo. Malo, malo. Un pueblo que piensa es un pueblo peligroso, no puede ser manipulado tan fácilmente, por eso se ha avivado el ingenio de quienes mandan y hoy nos controlan mediante el caos. La inestabilidad política, la amenaza del terrorismo, los conflictos bélicos..., no sólo son útiles para expoliar al mundo de sus recursos, sino como medio de cohesión del propio sistema, que cierra filas entorno al gobierno que ha de protegerlo. La televisión, la prensa y el cine fabrican miedo y catástrofe, nos enseñan la cara del caos. El conflicto de los Balcanes, el de Chechenia, el de Afganistán, el de Oriente Medio, no es casualidad que el rescoldo de la guerra siga vivo en estos lugares, que cada vez que se intenta firmar la paz entre israelíes y palestinos ocurra algo que rompa el proceso. El caos es rentable a los grandes capitales porque permite ejercer un mejor control sobre determinadas situaciones y espacios geopolíticos. Antes el caos servía para destruir el orden establecido e implantar otro, ahora es más provechoso mantenerlo.
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