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Cierzo

Qué sé

Un colega me asegura que el conocimiento nos hace libres y la ignorancia produce felicidad. Su sentencia me ha hecho reflexionar mucho y he llegado a la conclusión de que se trata de una paradoja, o sea, que es una afirmación que parece verdadera, pero que es falsa. El conocimiento no nos hace libres y la felicidad no la produce la ignorancia.

La libertad puede ser "natural" y suele entenderse como la posibilidad de sustraerse, por lo menos parcialmente, a un orden cósmico predeterminado e invariable que aparece como una forzosidad. La libertad puede ser "social o política" y está vinculada a la autonomía o independencia en que una comunidad humana rige sus destinos sin la interferencia de otras comunidades. La libertad puede ser "personal" y se concibe también como autonomía o independencia de las presiones o coacciones procedentes de la comunidad en cuanto a sociedad o en cuanto a Estado. Ni el hombre puede sustraerse a su destino, y no hablo del determinismo, sino del azar caprichoso que trunca nuestros planes y nos obliga a tomar caminos distintos a los que nosotros habíamos previsto; ni una comunidad puede vivir libre de las injerencias ajenas, como nos lo demuestra el intervencionismo planetario que ejercen los Estados Unidos; ni el individuo puede zafarse así como así de los imperativos sociales y hacer su libre albedrío.

Las doctrinas éticas colocan a la felicidad como bien supremo, pero esto no implica que la felicidad no pueda entenderse de diversas maneras: como bienestar, como actividad contemplativa, como placer, etc. Las diferentes escuelas filosóficas han aportado sus particulares puntos de vista. Los cirenaicos subrayaron el placer de los sentidos o placer material como fundamento indispensable del placer espiritual. Los cínicos acentuaron el desprecio hacia todo saber que no conduzca a la felicidad, esto es, a la vida tranquila. Aristóteles ha manifestado que se identificó la felicidad con muy diversos bienes: con la virtud, o con la sabiduría práctica, o con la sabiduría filosófica, o con todas ellas acompañadas o no de placer o de prosperidad. La conclusión de Aristóteles es compleja: con la felicidad se asocian las "mejores actividades", el concepto de felicidad es vacío a menos de referirse a los bienes que la producen. Posteriormente se advirtió que la felicidad no tiene sentido sin los bienes que hacen felices y se tendió a distinguir entre varias clases de felicidad: una "felicidad bestial", que no es felicidad sino aparentemente; una "felicidad eterna", que es la vida contemplativa", y una "felicidad final" que es la beatitud. San Agustín habló de la felicidad como fin de la sabiduría; la felicidad es la posesión de lo verdadero absoluto. Santo Tomás definió la felicidad como un bien perfecto de naturaleza intelectual. La filosofía moderna ha llegado a establecer otro razonamiento, la felicidad es un bien que pertenece al entendimiento; no es el fin de ningún impulso, sino lo que acompaña a toda satisfacción.

El conocimiento puede ser sensible o inteligible, esto es: intuitivo o basado en ideas. En cualquier caso nos abre las puertas a un tipo de felicidad diferente, más sofisticada, porque el conocimiento permitirá al sabio distinguir matices de las cosas que un ignorante no apreciaría. Con sabiduría, la felicidad abarca un espectro más amplio de posibilidades porque la sabiduría aporta al hombre capacidad de reflexión, madurez, juicio, rigor, serenidad, hasta la bondad misma se ha ligado al conocimiento. Ante la contemplación del Partenón, un sabio disfrutará extasiado porque verá ante sus ojos arte e historia, mientras que un ignorante sólo verá un montón de piedras.

Dicho lo dicho, pasemos a hablar de la madre del cordero: ¿Es posible el conocimiento? El conocimiento es la comprensión de la realidad, y ¿qué es la realidad, lo que vemos, lo que probamos, lo que nos parece cierto? La premisa básica de la filosofía aristotélica residía en la tesis de que el estado de reposo es el estado natural de un cuerpo. En la física newtoniana, por el contrario, el movimiento es el estado natural del objeto. ¿Cuál de las dos conclusiones es cierta, es real? Según el escepticismo, el conocimiento no es posible. Esto parece ser una contradicción, pues se afirma a la vez que se conoce algo, a saber, que nada es cognoscible. Sin embargo, el escepticismo es a menudo una "actitud" en la que se establecen "reglas de conducta intelectual". Frente a esta postura está el dogmatismo, según el cual el conocimiento es posible; más aun: las cosas se conocen tal como se ofrecen al sujeto. Una variante moderada entre el escepticismo y el dogmatismo sería la de que el conocimiento es posible, pero no de un modo absoluto, sino sólo relativamente. De esta postura se deduce que hay límites en el conocimiento y que el conocimiento es un "probabilismo" y en el probabilismo existe el mismo porcentaje de verdad que de mentira. Lo cual nos lleva al punto de partida: Sólo sé que no sé nada.

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