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Cierzo

Yo nunca seré santa

Durante los años de su pontificado, el Papa Juan Pablo II ha canonizado a 280 personas y beatificado a otras 805. No estoy nada puesta en el tema, pero por lo que he leído sobre el asunto, se puede subir a los altares por los más diversos motivos. Un comité Vaticano valora los méritos de cada candidato a la santidad y dictamina quién merece figurar en el santoral. Puntúa ser miembro de la única y auténtica Iglesia Católica, creer fervientemente en ella, en sus dogmas, en sus incongruencias y absurdos, haber pasado infinitas penalidades asumidas con valor y resignación cristiana, haber realizado algún milagro, haberse comunicado directamente con Dios o con su Santa Madre y dedicar la vida a difundir sus mensajes, fundar una secta y engrosar las arcas del Vaticano con el dinero de los adeptos...

Repaso algunas vidas ejemplares de santos y me encuentro con la beata Anna Schäfer, a ella se encomiendan quienes han sufrido un accidente de tráfico, pues se le atribuye haber salvado la vida a un joven motorista accidentado mediante sus rezos. El joven se salvó de este accidente, pero se mató en el siguiente que tuvo. Santa Catalina de Génova disfrutaba comiéndose la suciedad y los piojos que había en las ropas de los pobres que cuidaba. Santa Maria Magdalena de Pazzi empezó padeciendo crisis de histeria y acabó siendo masoquista. Su lema era: "No morir, sino sufrir". "Ni morir ni curar, sino vivir para sufrir". Se revolcaba en astillas, se clavaba clavos, se atormentaba con herramientas de hierro, se hacía rociar con cera caliente, se tiraba al suelo para que el resto de la congregación la pisara, le gustaba que la azotasen... Santa Margarita María Alacoque, fundadora de la Orden del Sagrado Corazón, bebía el agua que resultaba de lavar la ropa sucia, comía pan con moho, frutas podridas y una vez lamió con su lengua los excrementos de un paciente con diarrea.

Si hay que hacer tales méritos para llegar al cielo, lo tengo clarísimo, yo nunca seré santa.

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