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Cierzo

Prueba del fuego

Prueba del fuego

La prueba del fuego consistía en arrojar a una hoguera libros sospechosos de herejía y observar qué ocurría. Si ardían era porque contenían ideas perniciosas; pero si, milagrosamente, quedaban suspendidos en el aire sin caer a las llamas, significaba que el texto era ortodoxo. No ha quedado constancia de que se salvara un solo libro de la quema, lo que demuestra el instinto avezado de los inquisidores para detectar contenidos perniciosos en los libros.

Estas prácticas comenzaron a mediados del siglo XV y hasta la mitad del siglo XIX se siguieron quemando libros en España por orden de los obispos. El poder de la Iglesia, unido al del Estado, negaba así la cultura a un pueblo que vivía sometido por la ignorancia y el fanatismo.

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