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Cierzo

España, un país de ceporros

España, un país de ceporros

Somos un país ignorante, que no se da cuenta de la importancia del conocimiento. Las ideas que no están avaladas por un conocimiento profundo, nacen muertas. Pero hoy los políticos que nos gobiernan no son expertos ni intelectuales, carecen de un saber crítico y comprometido. Nos gobierna una derecha para la que la cultura es sinónimo de gorrones que viven de la subvención. Solo les falta gritar, como Millán-Astray: ¡Muera la inteligencia!

La cultura se entiende como mero entretenimiento. Algo que ya criticó en su momento tanto Adorno como Walter Benjamin: con la cultura de masas, el ciudadano se convierte en un observador pasivo y sin juicio, su libertad se limita a elegir los mismos productos bajo distintos nombres y se produce la alienación. Esto ocurre cuando la cultura se convierte en espectáculo. Pero no solo la música, el cine o el teatro son cultura. Existen otras manifestaciones de la cultura: la política, la social, la cívica, la democrática… Que forman parte de nuestra vida y nos aportan identidad.

Por el tratamiento que da el Gobierno a las becas, a los requisitos, cuantías y derecho a recibirlas, podemos apreciar hasta qué punto importan las ideas y la cultura: bien poco. Se discute el acceso a las aulas, un asunto primordial, sin duda; aunque no se le da importancia a lo capital: cuál es el papel que debe jugar la universidad en una ciudadanía que no se inmuta ante la degradación de su función social.

Discutimos qué tasas hay que pagar o si la política de becas es la acertada, pero no el papel que juega la Universidad en un momento histórico como este. Una beca es una cantidad de dinero que se aporta al estudiante a fondo perdido para que pueda estudiar, es un medio para lograr un objetivo. Pero como ignoramos para qué sirve la universidad, no sabemos cuál es la utilidad de las becas. Seguimos sin tocar el problema de fondo.

España dispone de 50 universidades públicas y 31 privadas, repartidas en 236 campus, para atender a millón y medio de universitarios. A menudo se imparten en ellas las mismas disciplinas, algo que genera ineficiencias y duplicidades. Lo razonable sería analizar qué Universidad necesitamos: una masificada con alumnos desmotivados y profesores mal pagados o una que busque la excelencia y amplíe el conocimiento.

Ninguna Universidad española figura entre las 200 mejores del mundo. ¿No es este un indicador de que nos estamos equivocando en algo? ¿No deberíamos tomar ejemplo de universidades como Berkeley, Cambridge, Stanford o el MIT, que contribuyen a la creación de empresas y cimentan el desarrollo económico?

*Leer el informe de expertos encargado por el ministro Wert.

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