Dogmas
La razón cristiana está basada en el dogma, en la certeza de una verdad absoluta conseguida directamente mediante la revelación divina. Durante más de un milenio, esta filosofía de pensamiento único ensombreció el cielo de Europa, hasta que, en 1610, Galileo Galilei enfocó a Júpiter con su telescopio y descubrió sorprendido que cuatro lunas contravenían el mandato divino de girar alrededor de la Tierra y daban vueltas en torno a Júpiter. El delito de Galileo y de tantos otros fue cuestionar el dogma tras la observación de la evidencia. Y en esta evidencia, la Tierra estática colocada por Dios no estaba en el centro del Universo, ni todos los astros existentes giraban a su alrededor.
Galileo fue convencido “amablemente” de su error, el inquisidor Roberto Berlamino consiguió que se retractara, le condenó a cadena perpetua y le impidió investigar y difundir sus enseñanzas. Casi al mismo tiempo, Giordano Bruno era incinerado por cuestionar el mundo conocido y exponer la posibilidad de que hubiera más de un sistema solar. Hoy calculamos que hay unos 70.000 trillones.
El dogma ha condenado a millones de personas a vivir en la ignorancia, sin pensar por sí mismos, sin avanzar como sociedad, sin mejorar como individuos… Eso sí, con el consuelo de haber sido creados por Dios a su imagen y semejanza y con la tranquilidad de estar destinados para la gloria eterna si no han osado transgredir el dogma que los acogota.
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