Rumores y desinformación
Antes, el rumor tenía mala reputación. Ningún periodista podía informar con credibilidad sobre masacres, torturas y detenciones masivas utilizando “insistentes rumores” como única prueba de su historia. Los editores de cualquier periódico, cadena de televisión o emisora de radio no aceptarían una fuente tan vaga y dudosa y lo más probable es que se negaran a publicar la noticia. Pero supongamos que el periodista elimina la palabra rumor y la sustituye por fuentes como YouTube o cita algún blog. Entonces, según hemos constatado recientemente, los editores asentirán dando su visto bueno.
La BBC y otras cadenas de televisión nos ofrecen en cada noticiario imágenes del caos de Siria y no aseguran su autenticidad. Esta apostilla es tan frecuente que ya ni se tiene en cuenta. El público considera que si un canal de televisión no estuviera convencido de la veracidad de las imágenes que ofrece YouTube, no las usarían como fuente principal de información sobre Siria.
Las imágenes de YouTube pueden haber tenido un papel positivo en los alzamientos de la “primavera árabe”, pero la prensa internacional no dice nada sobre lo fáciles de manipular que son estas imágenes. Fotografiada desde el ángulo preciso, una pequeña manifestación puede parecer una aglomeración de miles de personas. Unos disparos en la calle pueden reproducirse y ser la prueba de tiroteos en una docena de ciudades. Las manifestaciones no son necesariamente acontecimientos captados, con frecuencia la única razón de la protesta es proporcionar material para YouTube. Las cadenas de televisión no rechazarán estas grabaciones, pues son gratuitas, llenas de dramatismo y recién producidas, algo difícil de conseguir por sus corresponsales y equipos de filmación aunque gastasen un montón de dinero.
En la prensa escrita, los blogueros lo tienen igual de fácil. De ahí que un estudiante estadounidense, varón y residente en Escocia, se hiciese pasar por una joven lesbiana perseguida en Damasco. Desde la guerra de Irak, hasta los blogueros más abiertamente partidistas han sido presentados como fuentes de información objetiva y aún mantienen su prestigio y credibilidad.
Los gobiernos que excluyen a los periodistas extranjeros en tiempos de crisis, como Irán y Siria, crean un vacío informativo que sus enemigos se ocupan de llenar, pues disponen de equipos para ofrecer su propia versión de los acontecimientos gracias a la telefonía móvil, la televisión por satélite e Internet. Los monopolios estatales de la información son ya insostenibles, pero solo porque la oposición a los gobiernos de Siria e Irán se haya apoderado de la agenda informativa no significa que lo que dice sea verdad.
Así pues, los avances técnicos han hecho que sea más difícil para los gobiernos ocultar la represión. Pero estos avances también han hecho más fácil el trabajo de los propagandistas. Por supuesto, las personas que dirigen los periódicos y emisoras de radio y televisión no son tontas. Saben de la naturaleza dudosa de la mayor parte de la información que transmiten. La elite política de Washington y Europa estaba dividida, a favor y en contra de la invasión estadounidense de Iraq, lo que facilitó la disidencia entre los periodistas. Pero hoy en día existe un consenso abrumador en los medios de comunicación extranjeros de que la razón asiste a los rebeldes y no a los gobiernos. Cuando proviene de instituciones como la BBC, la cobertura, por sesgada que sea, se convierte en aceptable.
Lamentablemente, Al Jazeera, un medio que ha hecho mucho para romper el control estatal de la información en Oriente Próximo desde su creación en 1996, se ha convertido en el acrítico brazo propagandista de los rebeldes de Libia y Siria.
La oposición siria tiene que dar la impresión de que la insurrección está más cerca del éxito de lo que realmente está. El gobierno sirio no ha logrado aplastar a los manifestantes, pero éstos, a su vez, están muy lejos de derrocarlo. Los dirigentes exiliados quieren una intervención militar occidental a su favor, como ocurrió en Libia, aunque las condiciones sean muy diferentes.
El propósito de la manipulación de los medios de comunicación es el de persuadir a Occidente y sus aliados árabes de que las condiciones en Siria se están acercando al punto en que pueden repetir su éxito en Libia. De ahí la niebla desinformativa que bombea Internet.
*Fuente original Counterpunch
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