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La decadencia de Occidente

La decadencia de Occidente

La Decadencia de Occidente (1918) es un libro condenado de esos que, por desgracia, no figuran en los escaparates de las librerías, ni siquiera en los estantes de las bibliotecas. Se ha acusado a su autor, Oswald Spengler, de diletante y de tener una óptica teutona afín a las ideas que más tarde alimentarían al nazismo. En su primera traducción al español, el libro estuvo prologado por Ortega y, dejando al margen el pesimismo que contagia, se valoró en la obra el esfuerzo enorme para explicar la historia reciente de Europa, trágica y absurda, pero dentro del esquema totalizador de la historia y de la condición humana.

Spengler opina que la Historia Universal no es la Historia de la Humanidad, sino la historia de una serie de unidades culturales que, aun entrando en relación entre ellas, tienen su propia dinámica a partir de un elemento configurador, que hace a cada cultura específica y distinta; es una suerte de alma o de mentalidad. Este planteamiento no resulta novedoso, ya fue abordado antes por otros pensadores. La novedad radica en la afirmación de que toda cultura (gran cultura) tiene una trayectoria vital, en esa trayectoria llama civilización a la fase final, de madurez y decadencia, pero al mismo tiempo de realización plena de su destino. Revisando las distintas culturas para observar ese punto final, llega a nuestro tiempo, y sitúa a Europa en el umbral de esa etapa de civilización: después de una fase que es de lucha, de ruptura de formas, de voluntad personal de líderes, se llegará a una ’’pax romana’’ que será el fin de la evolución particular de esa cultura devenida civilización. Para Spengler, el fin de la Primera Guerra Mundial, que coincide con el momento en que termina de escribir su libro, abre un período de inestabilidad que se cerrará a finales de siglo o principios del XXI con la aparición de esa civilización occidental que puede durar luego centenares de años, pero que ya no se revitalizará.

Aquí es precisamente donde nos encontramos ahora. Ha empezado la última fase en nuestra cultura. Occidente inicia su decadencia, y no es de poder, sino de voluntad. La Unión Europea, también Estados Unidos, tienen que comprender que están ante un grave dilema: o cambian el paradigma económico, al que se intenta resucitar en vano, o la crisis global nos arrastrará a todos a una decadencia irreversible ante el progreso emergente de China, Rusia, Brasil, Sudáfrica e India.

O cambia radicalmente la política europea, con un proyecto económico y político que sea solidario y capaz de imponerse en el panorama internacional o asistiremos a la decadencia de Occidente que auguró Oswald Spengler a comienzos del siglo pasado.

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