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Cierzo

Avanzamos a golpes de imaginación

Una teoría científica pretende definir unas leyes que sirvan para explicar la realidad observada y para inferir o determinar la evolución futura de esta realidad o de la fenomenología a la que se dirige. La observación de la realidad está condicionada por el avance científico, pues es éste el que provee de instrumentos de observación y medida necesarios, pero esto no explica por qué la evolución científica no se produce de forma progresiva sino que avanza a saltos, que son en sí mismos importantes avances, a los que siguen largos periodos de estancamiento casi total y de logros prácticamente inexistentes. Esto demuestra que la búsqueda científica y técnica no sólo está basada en la racionalidad y no deja claro el motivo por el que este avance es escalonado y no progresivo.

 

Como muestra de esta hipótesis cabe analizar la explicación del universo en tres de sus teorías más destacadas. Ptolomeo, en el año 200 a.C., pensó que la Tierra era el centro del universo y que todos los planetas y estrellas, incluido el sol, giraban en círculo alrededor de la Tierra, mientras las estrellas se mantenían en posición fija en unas esferas concéntricas que giraban a velocidad constante. Solamente los planetas se movían por la superficie de su esfera. Esta teoría se mantuvo inalterable durante 1.700 años y fue totalmente aceptada pese a no explicar, por ejemplo, el movimiento de la Luna.

 

A principios del siglo XVI, Copérnico planteó una teoría revolucionaria  que desmentía incluso las enseñanzas de la Biblia y los conceptos universalmente aceptados en el mundo occidental de la época. Era el Sol el verdadero centro del universo y no se movía; la Tierra y los otros planetas giraban a su alrededor describiendo trayectorias circulares. Un siglo después, gracias al invento del telescopio, Galileo pudo verificar que esta teoría era cierta y, aun teniendo en contra a la Iglesia y al poder político del momento, la teoría fue universalmente aceptada y comprobada a los pocos años.

 

Pero el quid de la cuestión es: ¿Qué hizo que Copérnico imaginase una teoría tan revolucionaria? No se trataba de un razonamiento evolutivo ya que su planteamiento era absolutamente novedoso respecto al afirmado y sostenido antes durante siglos.

 

Poco después, hacia 1610, Kleper planteó la necesidad de unas fuerzas, que él creía que eran magnéticas, que harían girar a los planetas alrededor del Sol. Esto implicaba la aceptación de que las órbitas de los planetas eran elípticas y constituía un salto en el conocimiento y la explicación del universo, pero no es hasta 1657, con los Principios de Isaac Newton, cuando se plantea una explicación del origen, la naturaleza y la cuantificación de estas fuerzas que Newton afirma y demuestra que son directamente proporcionales a las masas e inversamente proporcionales a las distancias entre los cuerpos celestes. Y otra vez se presenta el enigma de cómo y a partir de qué planteó Kepler una teoría que es su tiempo no era comprobable y que medio siglo después fue corroborada por Isaac Newton.

 

El avance científico de los instrumentos de observación genera dudas y evidencia las faltas de la teoría de Newton a final del XIX y principios del XX.

 

Un oscuro funcionario de la oficina de patentes de Zurich plantea en cuatro artículos técnicos publicados en 1905 una nueva teoría, después bautizada con el nombre de Teoría de la Relatividad espacial, que en 1915  completa. Esta teoría revolucionaria se basa en el hecho de que el tiempo discurre a velocidades diferentes en función de la velocidad a la que se mueve el observador y también la teoría de la equivalencia, en función de la fuerza de la gravedad a la cual esté sometido. Einstein, posiblemente el científico más importante de la historia de la humanidad, adopta una teoría, en apariencia, absurda para nuestra experiencia y base racional: el tiempo no es una magnitud universal  e invariable, sólo lo es la velocidad de la luz. Es decir, según esta teoría, dos amigos nacidos el mismo día, si uno se queda en la Tierra y el otro viaja durante años por el espacio a gran velocidad, envejecen a un ritmo diferente, porque el tiempo es más rápido para uno y más lento para el otro, y así, cuando el viajero, que ha ido a velocidades cercanas a la de la luz, vuelve a la Tierra, es más joven que el que se ha quedado aquí.

 

Esta teoría, que puede ser comprobada por todas las observaciones realizadas hasta ahora en el espacio, se elaboró hace un siglo, sin ninguna base experimental, y es hoy el pilar y la explicación de muchos fenómenos del universo, hasta ahora poco comprensibles.

 

La pregunta aparece de nuevo: ¿qué permitió a Einstein afirmar aquello que era improbable en su época y que un siglo después de su muerte ha sido verificado? ¿Por qué han tenido que pasar 250 años para que la teoría de Newton se pudiera sustituir por otra: la de la relatividad, que explica lo que la primera no podía?

 

Parece que lo que Copérnico, Kepler y Einstein elaboraron, cada uno en su momento, no ha podido ser más que fruto de su imaginación. Es la imaginación genial de estos hombres la que les permitió establecer una teoría que después desarrollaron, detallaron y cuantificaron ellos u otros, pero estos saltos en el conocimiento científico no se pueden entender si no es a partir de la intuición e incluso de la emoción, es decir, de la menos racional de las capacidades humanas.

 

Si esto es cierto, tendremos que admitir que el progreso científico está basado secundariamente en la racionalidad y que sin una inteligencia subjetiva y llena de emociones e intuiciones, no habría sido posible que estos hombres, que cambiaron la concepción del mundo, hubieran formulado teorías, en principio, incomprobables. Puede que esto no sea sino una hipótesis, pero parece cierto que la inteligencia y el raciocinio, desprovistos de imaginación e intuición, son inútiles y probablemente ineficaces para el avance de la humanidad.

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