No fue olvido sino recuerdo
Luis Cernuda es el poeta que espera llegar a ser el poeta que sabe que es. Desde los primeros poemas sabe qué poesía ha de hacer y a que tradición poética debe adscribirse para alcanzar su ideal poético, pero todo parece serle hostil y la tradición poética española es la primera dificultad con que se encuentra. Según Cernuda, la tradición poética española, con la excepción de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Gustavo Adolfo Domínguez o Miguel de Unamuno, es una tradición que mantiene muchos rasgos de su origen popular; no es una poesía áulica, sino una poesía sostenida por un ideal vernáculo que eterniza un tipo de composición genuina de claro ascendiente rural. El Romancero es, todavía en 1930, un paradigma, un modelo que hay que seguir, con el que Luis Cernuda no se identifica: "¿Qué no dirá el atrevido que insinuara el menor reparo acerca del más insignificante fragmento poético del Romancero tradicional?" Él persigue aquellas construcciones de la imaginación que, soberbias, se enfrentan a la realidad y pretenden transformarla, busca dar forma sensible a la idea, al deseo.
No es propicio el medio para desarrollar tal aspiración, ni la tradición poética, ni las composiciones de sus contemporáneos, ni el realismo, del cual se siente tan ufana la literatura española. Tampoco el gusto de la España de su época le es propicio al poeta, un gusto que se afirma en el ingenio barroco y en la ingenuidad de la canción popular. Para Cernuda, la esencia de la poesía entra en contradicción con lo que el pueblo y la tradición exigen y representan: "La tradición exige como condición previa para acercarse a ella la singularidad; lo cual es incompatible con lo colectivo". Su condición de poeta le impone la perentoria realización de su misión espiritual y no puede atender otros principios que los que hacen posible esta misión. No puede complacer ni halagar las necesidades y exigencias del pueblo, ni sus gustos: "No hay que rebajar el arte a la condición actual de las clases inferiores, sino levantar el nivel cultural de éstas, para que algunos, entre todos aquellos que las forman, puedan acercarse al arte si así lo desean".
A Cernuda no le interesa la literatura española, el populismo de su expresión y el anacronismo de muchas de sus formas poéticas, que despiertan en él las más duras invectivas: "¿Qué me importa a mí toda esta estúpida, inhumana, podrida literatura española?" Luis Cernuda se aleja de la realidad objetiva imperante y se adentra en la subjetividad para crear otra realidad pura e ideal, su poesía no puede ser ni descriptiva ni realista, sino que debe ser forzosamente filosófica y reflexiva, pues su misión no es glosar el mundo como es, sino especular cómo podrirá haber sido en el pasado o cómo sería si nos aplicamos en su reconstrucción.La reflexión crítica, el rigor moral y el gusto por la especulación, hacen de Luis Cernuda el primer poeta moderno de la literatura española. Desde sus primeras obras se aprecian sus ansias por construir una idea hecha de realidades intuidas e independientes de la realidad empírica, imaginada como objetiva, perfecta y armónica. Las imágenes que evoca no se elaboran desde la experiencia de la realidad, están fabricadas desde la experiencia del oscuro deseo. Pero Cernuda sabe que la realidad vencerá finalmente y eso le hace superar todas las dificultades para llegar a ser el poeta que desea ser, esta lucha le volvió más exigente, perfeccionó su poesía e hizo más desolada la quimera.
DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
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