Tú. Sí tú, hijoputa
Tienes 19 años y acabas de sacarte el carné de conducir. Estás de vacaciones y sales a dar una vuelta con los colegas para lucir el buga de segunda mano que te has comprado. Te falta pasta para tunearlo, pero le has añadido cuatro chorradas para que el 205 parezca mejor de lo que es. Te tomas unas birras y te fumas unos petas para animarte, porque pasado de alcohol reúnes el valor para hablarle a las nenas. Vas cargado, pero tú eres un tipo duro y controlas, además, has ligado con una chavala y toca convencerla de que eres un tío grande, un Fernando Alonso. Metes la llave en el contacto y el CD de pumba pumba para que no decaiga la noche. Aún queda tiempo para un último cubata. Te lanzas a toda mecha por la nacional, vas a un garito que no cierra en todo el día. Allí habrá peña, marcha, pastillas, y con un poco de suerte le sacarás un polvete a la nena que te acompaña de copiloto. Las curvas son rectas. Mira tú qué divertido. Soy el rey del volante, el amo de la carretera. Hasta que de repente, tras una doble curva sin visibilidad, aparece un pobre desgraciado que no tiene vacaciones y empieza su turno laboral a las seis de la mañana. Te faltan tiempo, pericia y reflejos para reaccionar, y le embistes de lleno, grandísimo hijo de puta. Sales aturdido por el topetazo y por el ruido de las sirenas. La titi está inconsciente y la sangre le mana de la cabeza, pero el otro conductor está muerto. Frenar no le ha valido de nada, porque tú, un canalla que desprecia su vida y la de los demás, tenías que conducir borracho, drogado y sin experiencia. La rabia me supera, no lo puedo remediar, y es que tú, cabrón, majadero, has asesinado a mi mejor amigo.
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