Misivas
“No, no y no; por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie la resolución? ¡Mil veces no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no es grano de anís que le haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no sería nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo tu corazón; vaya a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero, ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? ¡Oh! No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. (…) Pero basta de bromas. (…). Nunca más volveré a tu lado. Eres católico, yo soy atea y eso es nuestro gran obstáculo religioso; quiero a otro y esto es una mayor y todavía más fuerte razón. ¿Ves con qué exactitud razono? Siempre tuya. Manuela
Carta de Manuela Sáenz (amante de Simón Bolívar) a su marido James Thorne. Y es que Bolívar era mucho Bolívar.
44 Fontenoy Streel, Dublín. Me gustaría que usaras bragas con tres o cuatro volados, uno sobre otro, desde las rodillas hasta los muslos, (…) con abundante perfume; (…) de modo que, lista para ser amada, pueda ver solamente la ondulación de una masa blanca de telas y así, cuando me recueste encima de ti para abrirlos y darte un beso ardiente de deseo en tu indecente trasero desnudo, pueda oler el perfume de tus bragas tanto como el caliente olor de tu sexo y el pesado aroma de tu trasero. Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizá pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos.
Carta de James Joyce a Nora Barnacle. Y parecía tan formalito.
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