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Cierzo

Proyecto educativo

Es un programa educativo piloto en seis escuelas de Asturias. El Departamento de Educación de Euskadi lo desarrollará el curso que viene y en Barcelona se acaba de poner en marcha en 17 guarderías. El programa en cuestión tiene como finalidad acabar con el machismo desde la infancia, y para cambiar la mentalidad sexista se pretende que los niños jueguen a las cocinitas y compartan las muñecas con sus compañeras. Se suprimen los cuentos en los que el protagonista es masculino y denota conductas de riesgo y se evita el uso de material con los colores clásicos atribuidos a niños y a niñas.

 

El iluminado de turno habrá llegado a la conclusión de que si un niño juega con una muñeca y le prepara la comida o la lleva de paseo, será un padre modélico en su etapa de adulto. Cuanta ingenuidad.

 

Durante toda mi infancia jugué a indios y a piratas, los amigos nos dividíamos en dos grupos con la intención de “liquidarnos” mutuamente. El bando con menos bajas en sus filas ganaba. Ya de adultos, ni mis amigos ni yo hemos desarrollado conductas agresivas ni asesinas (todavía). Este hecho me lleva a pensar que los juegos infantiles no determinan nuestro futuro comportamiento.

 

Para erradicar el machismo hay muchas soluciones y todas pasan por educar a los padres, no a los pequeños. De poco sirve que un niño juegue con una bici que no sea ni rosa ni azul, que no lea la Cenicienta o que deje su robot para abrazar a un osito de peluche si al llegar a casa ve cómo su padre humilla de palabra o de obra a su madre, si ésta asume en exclusiva todos los trabajos del hogar o cuida de sus hijos sola. Los niños aprenden por observación, imitan las conductas que aprecian en su entorno. Así que esta bienintencionada campaña pro igualdad será un fiasco a no ser que los adultos les inculquemos a los chavales aquello de: Haz lo que yo te diga y no lo que me veas hacer.

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