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Cierzo

Animal que ríe

El hombre es un animal "risibile", no menos que racional, político o locuaz, adjetivos todos ellos esenciales, con rango de definición. ¿El único animal que ríe? No estoy segura, lo que sí podemos asegurar es que es el único animal que hace reír. Porque se trata de un adjetivo ambivalente: risibile significa también risible, ridículo. Los demás animales sólo hacen reír en la medida en que por su constitución, sus movimientos o sus presumibles intenciones, se asemejan al hombre. Esta es la razón por la cual el pabellón de los monos suele ser el lugar del zoo donde más patente se hace el alborozo de los visitantes. Tampoco ningún objeto, ninguna cosa hace reír si no es por referencia al hombre o por el uso que de ellos haga el hombre. Una gema puede ser bella o fea, pero sólo llegará a ser ridícula si va engastada en un anillo.

Sólo el hombre es ridículo y sólo él ha podido inventar tantas cosas ridículas. Es ridícula su vanidad y codicia de honores, de afectación, los entorchados, la pedantería, la envidia y sus tribulaciones. Añádanse las tautologías, la burocracia, las carreras de obstáculos. ¿Y puede haber algo más extravagante, más ridículo que las excepciones a una regla de ortografía? No olvidemos el fanatismo político, el fanatismo religioso, el fanatismo deportivo, el fanatismo. El rococó exportado a Kenia. ¿Y qué decir de los celos o la purpurina? Es ridícula la hipocresía y no menos la eterna búsqueda de la juventud. Las cáligas del señor obispo, la palabra “cáligas”. La fe en los horóscopos y la incredulidad ante lo evidente. Etc., etc. Pero, cuidado, esta monótona enumeración de motivos ridículos podría engañarnos; al fin y al cabo, su ridiculez no es mayor que la de otras manifestaciones humanas, sino sólo más notoria, quizás sólo más superficial. Ninguna enumeración, por exhaustiva que sea, debe hacernos olvidar un dato fundamental, aquello que lo engloba todo: el hombre es un animal risible. Que conste que no guardo ninguna animosidad contra el género humano. Cuando digo que el hombre es ridículo, lo digo con la misma indiferencia con que se enuncia una verdad científica. Si acaso, con un poco de delectación y otro poco de autocompasión. Este ejercicio de desapego me ha llevado varios años.

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