El huracán Bush
La tragedia que sufren desde hace una semana los estados de Louisiana, Mississippi y Alabama, obviamente, no es culpa de Al Qaeda. Ya le gustaría al tío Bush tener semejante chivo expiatorio para salvar el culo. Los huracanes existen y provocan calamidades. Siendo un fenómeno natural inevitable, se supone que la Administración de un país debe tomar algunas precauciones, realizar algunas previsiones y acometer ciertas obras. En este caso, sólo hacía falta un poco de sentido común para haber impulsado los trabajos de prevención contra las inundaciones en Nueva Orleáns, construida por debajo del nivel del mar y flanqueada por el lago Pontchartrain. Expertos han denunciado que las inversiones realizadas por el Gobierno de los Estados Unidos para sufragar los gastos militares en Iraq y Afganistán, en la creación del ministerio de Seguridad Interior, en la conquista del universo, unido al descuadre de los ingresos fiscales por las rebajas impositivas concedidas a los más ricos, hizo que se suprimiera la financiación destinada a controlar posibles inundaciones, dejando a la capital del jazz a merced de las aguas desbordadas.
El presidente Bush debió actuar de inmediato, pero llevaba ya cinco semanas de vacaciones en el rancho Crawford y le costó arrancar. Para los miles de damnificados faltaban agua, alimentos y medicinas; hubo retrasos lamentables para evacuarlos y en las labores de rescate, faltó presencia de la Guardia Nacional para hacer frente a los saqueos, violaciones, peleas, pillaje El pasado 23 de agosto, el Centro Nacional de Huracanes de Miami informó del peligro del Katrina sobre Florida y seis días después no se había tomado aún ninguna medida. Éste fue el primer gran error del presidente Bush. El segundo ha sido tratar el asunto como una cuestión militar, hacer prioritario el restablecimiento del orden y dejar para luego la ayuda a los supervivientes y los trabajos de rescate. "Pienso que debería haber tolerancia cero para las personas que violan la ley durante una emergencia como esta, ya sea con saqueos, o precios inflados en las estaciones de servicio, o los que se aprovechan de las donaciones de caridad o el fraude de los seguros", dijo el jefe de la Casa Blanca. Pero una cosa son los saqueadores o pequeños delincuentes que roban electrodomésticos en comercios o casas abandonadas y otra la gente desesperada que tira abajo puertas de depósitos y almacenes en busca de comida, agua y medicamentos. Esta situación de caos la ha propiciado el Gobierno norteamericano con su flagrante incompetencia. Y es que hay que ser muy necio y muy canalla para no realizar ningún acopio ante la inminente llegada de un peligroso huracán ni recomendar a la población que lo haga. ¿Cómo es posible que el país número uno del mundo, el que pasa por ser el más rico y con más medios técnicos y logísticos, no sea capaz llevar a cabo un aprovisionamiento de víveres y agua para sus ciudadanos? Mención aparte merece el maldito orgullo del tejano que, en una situación de extrema necesidad como la que vive su pueblo en estos momentos, se niega a recibir la ayuda humanitaria ofrecida por Venezuela y Cuba.
Lo peor que les ha ocurrido a los norteamericanos no es el paso del huracán Katrina por los estados del Golfo de México, sino el paso de George W. Bush por la Casa Blanca.
El presidente Bush debió actuar de inmediato, pero llevaba ya cinco semanas de vacaciones en el rancho Crawford y le costó arrancar. Para los miles de damnificados faltaban agua, alimentos y medicinas; hubo retrasos lamentables para evacuarlos y en las labores de rescate, faltó presencia de la Guardia Nacional para hacer frente a los saqueos, violaciones, peleas, pillaje El pasado 23 de agosto, el Centro Nacional de Huracanes de Miami informó del peligro del Katrina sobre Florida y seis días después no se había tomado aún ninguna medida. Éste fue el primer gran error del presidente Bush. El segundo ha sido tratar el asunto como una cuestión militar, hacer prioritario el restablecimiento del orden y dejar para luego la ayuda a los supervivientes y los trabajos de rescate. "Pienso que debería haber tolerancia cero para las personas que violan la ley durante una emergencia como esta, ya sea con saqueos, o precios inflados en las estaciones de servicio, o los que se aprovechan de las donaciones de caridad o el fraude de los seguros", dijo el jefe de la Casa Blanca. Pero una cosa son los saqueadores o pequeños delincuentes que roban electrodomésticos en comercios o casas abandonadas y otra la gente desesperada que tira abajo puertas de depósitos y almacenes en busca de comida, agua y medicamentos. Esta situación de caos la ha propiciado el Gobierno norteamericano con su flagrante incompetencia. Y es que hay que ser muy necio y muy canalla para no realizar ningún acopio ante la inminente llegada de un peligroso huracán ni recomendar a la población que lo haga. ¿Cómo es posible que el país número uno del mundo, el que pasa por ser el más rico y con más medios técnicos y logísticos, no sea capaz llevar a cabo un aprovisionamiento de víveres y agua para sus ciudadanos? Mención aparte merece el maldito orgullo del tejano que, en una situación de extrema necesidad como la que vive su pueblo en estos momentos, se niega a recibir la ayuda humanitaria ofrecida por Venezuela y Cuba.
Lo peor que les ha ocurrido a los norteamericanos no es el paso del huracán Katrina por los estados del Golfo de México, sino el paso de George W. Bush por la Casa Blanca.
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