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Cierzo

El runrún

Me quedé con el runrún después de haber visto la noticia en televisión. Tras los atentados del 7 de julio en Londres, la policía empezó a buscar terroristas por todas partes y la gente pasó de la conmoción al miedo. Es comprensible el clima de desasosiego y paranoia que cunde como reacción a una matanza indiscriminada, pero lo que cuesta entender es cómo un ciudadano puede ser ejecutado sin cargos en aras de la seguridad nacional.

Esto es lo que le ha ocurrido al infortunado Jean Charles de Menezes, abatido a tiros el viernes en una estación de Metro. La policía le dio el alto al verle salir de un edificio que vigilaban y en una situación todavía confusa en la que hubo una persecución por la estación de Metro de Stockwell, según cuenta un testigo presencial, el chaval se echó al suelo y allí le dispararon cinco tiros a quemarropa. Menezes era electricista e iba a trabajar, tenía que instalar una alarma contra incendios con un compañero, perdió el autobús y tuvo que coger el Metro. Scotland Yard ha reconocido que el joven brasileño de 27 años no estaba vinculado a los atentados y lamenta la tragedia. El Gobierno, además de excusarse por el equívoco, tendrá que exigir que se respeten los derechos civiles.

¿No nos esteremos volviendo locos con tanto afán de seguridad? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguir vivir en paz? El miedo nos vuelve irracionales y nos obliga a actuar por instinto, lo malo es que el instinto que se nos agudiza es el asesino, el revanchista, el mezquino, el racista. Cámaras de seguridad, controles policiales, controles electrónicos, medidas extremas, alarmas, alertas, detectores… son el fruto de nuestra eterna inseguridad. Pero todo es inútil. Seguimos tan vulnerables como antes, tan indefensos como al principio y viviendo con el fantasma del miedo perpetuamente instalado en nuestro corazón. Éste es el primer enemigo a combatir.

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