Mi madre muerta
Mi madre ha muerto. Ha muerto un cadáver. Se ha ido sin haber estado nunca, por eso no la extraño ni la echo de menos. Es triste ser huérfano durante toda la vida y que la muerte venga a certificar la imposibilidad de tener madre. Es extraño. Es inexplicable. Es tremendamente doloroso, porque duele no sentir nada cuando una intuición te dice que deberías sentir algo. El corazón entumecido a golpes de desprecio y abandono no responde, ni con ira ni con duelo. La vida sigue su curso y yo no noto la diferencia entre el antes y el ahora. Entre hoy y ayer, cuando mi madre era una entidad abstracta y desconocida, buscada con desesperación primero, con rabia después, y antes de que la indiferencia cayera sobre mis ansias poniendo remedio a la herida. Busco una emoción que no existe porque necesito convencerme de que no soy inhumana y me invade un desasosiego culpable. ¿Cómo afrontar esta feroz realidad? Qué gran oportunidad perdida. Si hubiera tenido una madre
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