Impacto profundo
Como soy una ignorante en la materia, tengo muchas preguntas sin respuesta respecto al alabado y festejado impacto de la sonda Deep Impact, que chocó contra el cometa Tempel 1 el pasado 4 de julio.
La sonda colisionó con el cuerpo del cometa a una velocidad de 37.000 kilómetros por hora, según informó la NASA. Debido a la fuerza del impacto, deduzco que el artefacto debió quedar hecho trizas y, por tanto, inservible. ¿Qué información sobre el origen del universo puede recoger ahora esa charrara? ¿Qué ha pasado con las fotos que tomó antes del choque? Con el topetazo se liberó una gran cantidad de escombros que estaban congelados en el cometa desde la formación del Sistema Solar hace más de cuatro mil millones de años, dicen los expertos. Bien, admitamos que la suposición es cierta y que esos pedruscos, efectivamente, tienen la antigüedad que se les atribuye, supongo que ahora vagaran perdidos por el espacio y que no podrán ser estudiados. ¿O es que está previsto que caigan a la puerta de la Casa Blanca para que el tío George en persona pueda salir a recogerlos y apuntarse un tanto ante la opinión pública?
La nave ha contado con 800 segundos para recoger datos e imágenes después de que su módulo se espanzurrara al alcanzar su objetivo. Pasado este tiempo, tanto las órbitas de los dos objetos -apartándose una de otra- como la rotación misma del núcleo del cometa, ocultando el lugar del choque, han hecho imposible la obtención de nuevos datos de utilidad in situ. Pero los portavoces de la NASA están exultantes de entusiasmo. En palabras de Rick Grammierk, máximo responsable de la misión Deep Impact en el Jet Propulsion Laboratory, en Pasadena (California), la experiencia ha sido como enviar una bala a chocar contra otra bala, junto a una tercera bala, en el lugar y momento adecuados. En mi modesta opinión, han sido chorrocientos millones de dólares tirados al espacio en otra aventura que demuestra el orgullo y el poderío yanqui. Los contribuyentes norteamericanos podrían haberse ahorrado una buena pasta si George W. Bush, cristiano y convencido defensor de la teoría creacionista, le hubiera preguntado directamente a Dios cuál fue el origen del universo. No olvidemos que el mandatario y Él mantienen frecuentes conversaciones, en la última de la que tenemos noticia el Altísimo le pidió que librase al mundo de Sadam Hussein.
La sonda colisionó con el cuerpo del cometa a una velocidad de 37.000 kilómetros por hora, según informó la NASA. Debido a la fuerza del impacto, deduzco que el artefacto debió quedar hecho trizas y, por tanto, inservible. ¿Qué información sobre el origen del universo puede recoger ahora esa charrara? ¿Qué ha pasado con las fotos que tomó antes del choque? Con el topetazo se liberó una gran cantidad de escombros que estaban congelados en el cometa desde la formación del Sistema Solar hace más de cuatro mil millones de años, dicen los expertos. Bien, admitamos que la suposición es cierta y que esos pedruscos, efectivamente, tienen la antigüedad que se les atribuye, supongo que ahora vagaran perdidos por el espacio y que no podrán ser estudiados. ¿O es que está previsto que caigan a la puerta de la Casa Blanca para que el tío George en persona pueda salir a recogerlos y apuntarse un tanto ante la opinión pública?
La nave ha contado con 800 segundos para recoger datos e imágenes después de que su módulo se espanzurrara al alcanzar su objetivo. Pasado este tiempo, tanto las órbitas de los dos objetos -apartándose una de otra- como la rotación misma del núcleo del cometa, ocultando el lugar del choque, han hecho imposible la obtención de nuevos datos de utilidad in situ. Pero los portavoces de la NASA están exultantes de entusiasmo. En palabras de Rick Grammierk, máximo responsable de la misión Deep Impact en el Jet Propulsion Laboratory, en Pasadena (California), la experiencia ha sido como enviar una bala a chocar contra otra bala, junto a una tercera bala, en el lugar y momento adecuados. En mi modesta opinión, han sido chorrocientos millones de dólares tirados al espacio en otra aventura que demuestra el orgullo y el poderío yanqui. Los contribuyentes norteamericanos podrían haberse ahorrado una buena pasta si George W. Bush, cristiano y convencido defensor de la teoría creacionista, le hubiera preguntado directamente a Dios cuál fue el origen del universo. No olvidemos que el mandatario y Él mantienen frecuentes conversaciones, en la última de la que tenemos noticia el Altísimo le pidió que librase al mundo de Sadam Hussein.
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