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Cierzo

Hombres monstruosos

El artículo “Retrato humano de un monstruo” que publiqué hace unos días y en el que comentaba mis impresiones a cerca de la película “El hundimiento”, ha suscitado el enfado de un lector. Me acusa de defender a Hitler y de admirarlo. ¿Cuál es la humanidad de Hitler?, me pregunta. ¿Qué hay de humano en un monstruo?

El monstruo es un hombre, el hombre es un monstruo. Igual que son monstruos-humanos o humanos-monstruos, como se prefiera, todos aquellos que permitieron, y permiten aún hoy, el triunfo de la fuerza sobre la razón. Los que callaron, los que no se opusieron, los que no se preocuparon ante el delirio general de un pueblo rendido al magnetismo de un líder loco, los que secundaron su visión de un mundo infame dominado por una raza superior, los que cerraron los ojos negándose a ver las columnas de humo y los ríos de sangre... Porque yo no me creo que nadie supiera nada. Porque yo considero que echarle la culpa a unos pocos es una excusa cobarde. Respecto al holocausto causado por los nazis, nadie fue inocente del todo.

Sí, Paco. Me has pillado. “Admiro” a Hitler. No me malinterpretes. Veo a un chaval puteado por su padre, a un aspirante a artista que aparcó sus sueños de bohemia y con su determinación inquebrantable llegó a ser jefe, amo, señor todopoderoso. Veo a un hombre que supo contagiar su entusiasmo vengativo y vivió días de triunfo arrollador. Veo a un monstruo exhortando a las masas, difundiendo un mensaje de aniquilación... Algo debía tener este hombre, la encarnación humana y perversa de la lógica heroica, para ganarse tantos adeptos, para provocar semejante catástrofe sin que nadie le parara los pies.

Hay tantos Hitler en la Historia que espanta. Algunos Hitler nos resultan familiares, los vemos a diario en la televisión o en los periódicos, sabemos que existen, sabemos qué hacen y los toleramos, tal vez porque van disfrazados de demócratas, de salvadores, y esgrimen buenas intenciones para justificar sus actos de barbarie, sus engaños, sus manipulaciones. Otros muchos Hitler ni siquiera se toman la molestia de ocultarse bajo una máscara y nos muestran su rostro más innoble abiertamente, sin tapujos. El aire se corrompe y aprendemos a respirar con la nariz tapada. ¿Quién es el monstruo?

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