Retrato humano de un monstruo
El hundimiento retrata los últimos días de Hitler, encerrado junto con sus colaboradores en un búnker de Berlín mientras las tropas rusas asedian la ciudad.
Pocos personajes históricos despiertan a la vez tanta fascinación y horror como Adolf Hitler, tal vez por eso la industria cinematográfica no se ha arriesgado apenas a rodar películas sobre el dictador, que en esta ocasión el personaje haya sido abordado por productores y realizadores alemanes tiene su mérito, porque tratar la figura del Führer es, entre los teutones, arriesgarse a violar un tabú.
Déspota, iracundo, psicópata, paranoico, racista, despiadado, dubitativo, enfermo, débil, amable y casi tierno con sus allegados. Bruno Ganz, actor que da vida al líder del Tercer Reich, nos muestra con singular maestría las múltiples facetas de una personalidad interesantísima. Se transforma físicamente en Hitler, pero no interpreta a Adolf Hitler, es Adolf Hitler. La brillantez de su identificación con el personaje deja con la boca abierta.
El nacionalsocialismo da sus últimos coletazos y se precipita hacia la derrota y la aniquilación. Hitler, que ha consagrado su existencia a un esquema teórico sobre la historia, el destino, la naturaleza y sobre sí mismo, se doblega ante la realidad convirtiéndose en una caricatura patética, invadida de amargura, odio y rencor. Aun así, continúa aferrado a su proyecto ideológico, despreciando incluso al pueblo alemán y mandando ejecutar su destrucción.
El suicidio del Führer es un acto de coherencia personal de quien se identifica con un proyecto inviable que ha llegado a su fin. Los demás suicidios, el de Eva Braun, Josef Goebbels y su esposa Magda, y otros generales del búnker forman parte de una liturgia ideológica, es la consecuencia lógica de un nihilismo tomado en serio, la única salida para el abstracto superhombre nietzscheano. Hitler desaparece y con él se esfuma su mundo.
"El hundimiento" es una película necesaria para comprender al ser humano y al monstruo que convivían en Hitler. Es el testimonio de una época, una lección de historia que conviene conocer a fondo.
Pocos personajes históricos despiertan a la vez tanta fascinación y horror como Adolf Hitler, tal vez por eso la industria cinematográfica no se ha arriesgado apenas a rodar películas sobre el dictador, que en esta ocasión el personaje haya sido abordado por productores y realizadores alemanes tiene su mérito, porque tratar la figura del Führer es, entre los teutones, arriesgarse a violar un tabú.
Déspota, iracundo, psicópata, paranoico, racista, despiadado, dubitativo, enfermo, débil, amable y casi tierno con sus allegados. Bruno Ganz, actor que da vida al líder del Tercer Reich, nos muestra con singular maestría las múltiples facetas de una personalidad interesantísima. Se transforma físicamente en Hitler, pero no interpreta a Adolf Hitler, es Adolf Hitler. La brillantez de su identificación con el personaje deja con la boca abierta.
El nacionalsocialismo da sus últimos coletazos y se precipita hacia la derrota y la aniquilación. Hitler, que ha consagrado su existencia a un esquema teórico sobre la historia, el destino, la naturaleza y sobre sí mismo, se doblega ante la realidad convirtiéndose en una caricatura patética, invadida de amargura, odio y rencor. Aun así, continúa aferrado a su proyecto ideológico, despreciando incluso al pueblo alemán y mandando ejecutar su destrucción.
El suicidio del Führer es un acto de coherencia personal de quien se identifica con un proyecto inviable que ha llegado a su fin. Los demás suicidios, el de Eva Braun, Josef Goebbels y su esposa Magda, y otros generales del búnker forman parte de una liturgia ideológica, es la consecuencia lógica de un nihilismo tomado en serio, la única salida para el abstracto superhombre nietzscheano. Hitler desaparece y con él se esfuma su mundo.
"El hundimiento" es una película necesaria para comprender al ser humano y al monstruo que convivían en Hitler. Es el testimonio de una época, una lección de historia que conviene conocer a fondo.
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