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Cierzo

Democracia participativa

“La tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia", afirmó Jacques Maritain hace más de medio siglo.

La humanidad ha caído en manos de una elite compuesta por unos diez mil banqueros, industriales, comerciantes y políticos profesionales, que usan los recursos del planeta y los frutos de nuestro trabajo en beneficio propio. Más de 6 mil millones de seres humanos viven prácticamente fuera de los beneficios de la sociedad global, el 84 % de la riqueza mundial es gastado por los mil millones de habitantes del Primer Mundo y apenas el 16 % de la riqueza mundial queda para el 80 % restante.

Una de las claves del éxito del neoliberalismo es la separación entre democracia y economía. En aras de la aplicación de este modelo de dominación, los temas económicos han sido excluidos de la agenda democrática y se han convertido en la nueva ciencia del poder, en el control reservado de los expertos, de los tecnócratas. La escisión permitió romper con la concepción de la política entendida como poder popular, con lo cual se vació de contenidos la democracia formal conquistada después de tantos años de autoritarismo.

El nuevo autoritarismo es más sutil y se escuda detrás de procesos electorales y de sistemas representativos, en cuyo marco se busca que no estén a debate ni el modelo en su conjunto ni las decisiones económicas mediante las cuales éste se construye y se reproduce. Además de haber expulsado del debate la posibilidad misma de una democratización económica –es decir, las ideas de socialización de la riqueza y de autogestión– el neoliberalismo procura mantener fuera del alcance de las formas democráticas toda decisión relevante de carácter económico.

Como contrapartida, distintas formas de resistencia al neoliberalismo cuestionan este patrón, y brotan múltiples intentos de romper el cerco y de promover formas de democracia participativa que permitan una incursión en el territorio reservado de los poderosos.

La democracia participativa es un paso adelante de la democracia representativa en la evolución de la democracia como concepto perfectible: es la democracia protagonizada por los ciudadanos.

La democracia representativa, al uso en los países avanzados democráticos, es un mecanismo exclusivo y excluyente, configurado por los partidos políticos y sus intereses sectoriales e ideológicos, únicos actores que llenan la escena político-institucional en la actualidad.

La democracia participativa no es la democracia directa. Los instrumentos de democracia directa incorporados en algunos textos constitucionales son mera demagogia porque son escasos o impracticables. Su ejercicio depende de la voluntad de los agentes vigilantes de la democracia representativa.

Las leyes políticas en vigor son claro exponente de las reservas y desconfianzas de dichos agentes, convertidos en legisladores, contra medios de democracia directa que, de existir y funcionar, les obligarían a compartir sus competencias con los ciudadanos.

La democracia participativa implica fomentar las vías y los medios para convertir a los ciudadanos y sus grupos en agentes políticos directos, al margen, pero junto a la acción política de los partidos políticos.

La democracia participativa es un sistema que no interesa a la clase política actual ni a millones de ciudadanos desencantados y hartos de que sus gobernantes les tomen el pelo y usen su voto como carta blanca para hacer lo que quieran durante el tiempo que dura su mandato.

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