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Cierzo

Él y Ella

Él conducía un Porsche negro nuevo. Ella un Opel Corsa destartalado.

Él acababa de salir del garaje de un edificio de oficinas de alto standing. Ella volvía de hacer su compra semanal en Hipercor.

Él bajó el vidrio tintado de la ventanilla de su coche y la saludó efusivamente. Ella se sorprendió, no creía conocerle de nada, pero, como es tan despistada y educada, le devolvió el saludo.

Él, con un gesto, le concedió su aprobación a la música que escuchaba Ella. (Queen, a toda pastilla.)

Ambos se detuvieron ante un semáforo en rojo y Él le dijo algo a Ella. Ella, por no oírle, hizo que Freddy Mercuri se desgañitara.

Él sonrió y, ante la imposibilidad de hablar con Ella, le lanzó un beso apasionado. Ella pretendía ignorarle, aunque Él insistía en hablar con Ella.

Al final, Él y Ella se sonrieron y Freddy recuperó un tono menos forzado.

Él estuvo apunto de colisionar con otro vehículo por colocarse a la par en el semáforo donde aguardaba Ella, esta vez el beso que le dedicó fue con lengua.

Él y Ella continuaron su idilio a lo largo de avenidas, calles y semáforos oportunamente rojos.

Al llegar a una bifurcación, Ella indicó con el intermitente la dirección que seguiría y a Él se le escapó un mohín de pena al señalar el sentido contrario.

Antes de que sus vidas se separaran para siempre, Él asomó la cabeza por la ventanilla de su flamante Porsche negro y le gritó a Ella: “¡Ets meravellosa!”

Ella sonrió y no le creyó, pero le llenó de satisfacción que alguien, además de su marido, la considerara maravillosa.

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