A propósito de Bukowski

Esta contundente frase fue una revelación. No sobra nada. No falta nada. Es clara. Eficaz. Precisa. Descriptiva. Directa. Fuerte. Arriesgada. Perfecta.
Y yo quebrándome la cabeza.
Bukowski huele a alcohol barato, a vómito resacoso, a agónica ironía, a desiertos humanos. Escribe entre los intervalos del delirium tremens perpetuo, cuando los descansos entre polvo y polvo se lo permiten. Su lenguaje es crudo, brutal, tan sincero y auténtico que estremece.
Henry Chinaski se parece demasiado a Charles Bukowski para ser un personaje, el personaje omnipresente que se funde y se confunde con el autor. Mientras los demás intentamos escondernos tras los personajes, él ya ha asumido que siempre escribirá sobre sí mismo y no pierde el tiempo jugando al escondite. No recurre a los típicos artificios literarios y habla de sexo, de amor, de dolor, de lo cotidiano... sin rubor, con conocimiento, sin escatimar el sarcasmo, marca de la casa. Mientras otros se envanecen y se incluyen en la tribu de los elegidos, él no olvida que los poetas también cagan.
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