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Cierzo

Bonito, vuelo, barato

Volar por noventa céntimos de euro a diferentes capitales europeas, ésta es la oferta de la compañía aérea Ryanair. ¿Dónde está la pega?, pensará el viajero avispado que no cree en la falacia de que le den duros a cuatro pesetas. No hay truco, no hay trampa ni cartón. El secreto de unos viajes tan baratos es conseguir la rentabilidad de otra manera. Por ejemplo: rebajando el tiempo de las escalas, reduciendo la flota de aviones a dos únicos modelos y con una media de antigüedad de cuatro años -para eliminar gastos de formación de personal y mantenimiento-, eliminando el catering gratuito y la emisión de billetes -con el número de localizador y el DNI o el pasaporte, basta para volar- y aprovechando al máximo las posibilidades de Internet, canal a través del cual venden sus plazas, se reducen enormemente los gastos de distribución.

Este ahorro, evidentemente, repercute en el bolsillo del consumidor, que cada vez está menos interesado en recibir la prensa o un aperitivo y busca seguridad, economía y puntualidad. Es una manera de hacerle la puñeta a las Iberias de toda la vida, que ya no pueden competir contra pequeñas empresas dirigidas por mentes avispadas y conocedoras de las necesidades primordiales de los viajeros.

Desplazarse a 900 kilómetros por hora ha dejado de ser un capricho al alcance de unos pocos y se ha convertido en la alternativa perfecta para unos turistas a los que les importa poco que el vestido del auxiliar de vuelo sea de diseño o el lujo de la sala de espera del aeropuerto.

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