Discusión
Hablo con una mejicana vehemente sobre cuestiones gramaticales del idioma que ambas compartimos y, en un punto de la conversación y sin que venga al caso, me acusa diciendo que los españoles acabamos con la cultura de su pueblo y les impusimos nuestra lengua, que les robamos sus bienes y luego los matamos. Me siento ofendida por el tiempo verbal que emplea: el pretérito compuesto de indicativo. Habéis robado. Como si la conquista de Méjico por los españoles hubiera ocurrido ayer y no hace cuatro siglos, como si yo hubiera formado parte de la expedición que llegó al país buscando oro y gloria y hubiera intervenido junto a Cortés en la mismísima batalla de Otumba.
Nos enzarzamos en una diatriba y, con los argumentos históricos de que dispongo, rebato sus imputaciones, porque sí, los españoles de antaño huyeron de la miseria que se vivía en una España subyugada por curas, reyes y señoritingos mangantes y para evitar el hambre se embarcaron rumbo a América en busca de los tesoros prometidos. Puede que contribuyeran a terminar con la cultura azteca a estocadas y les quitasen su mala costumbre de desollar a sus víctimas, arrancarles el corazón, comerse sus vísceras y empalar su cráneo. Pero también es posible que liberaran de su opresión a algunos pueblos indígenas como los tlaxcaltecas, que fueron aliados de Hernán Cortés hasta en la Noche Triste. Robarían, no lo pongo en duda, su meta era conquistar El Dorado y en esta misión se jugaron el pellejo, porque el oro tenía un precio, que con frecuencia era la muerte. Se trataba de matar y de no morir, éste es el juego de la guerra, y los españoles no solo mataron, también murieron, devorados por las fiebres, enlatados en hierro, manchados de sangre y lodo, a manos de indios valerosos.
La mejicana arguye que se lo merecieron, que murieron como las ratas sucias y sin escrúpulos que eran. Quizás, pero esas sucias ratas tuvieron por aliados a los indios que vieron en ellos a sus salvadores, y le recuerdo a mi contrincante que en 1520, cincuenta españoles y trescientos tlaxcaltecas cayeron en una emboscada azteca y murieron como soldados: luchando, y que los aztecas, después de sacrificar a los que no cayeron en la batalla, pintaron con su sangre el templo de Zultepec, que en eso de cometer barbaridades ningún bando se quedó corto. Concluyo defendiéndome personalmente, yo no he robado ni matado a ningún mejicano y es injusto que me haga cargar con las culpas de mis antepasados. ¿Es responsable del holocausto nazi un alemán recién nacido? Respecto al idioma... Gracias a él hemos mantenido esta acalorada disputa.
Nos enzarzamos en una diatriba y, con los argumentos históricos de que dispongo, rebato sus imputaciones, porque sí, los españoles de antaño huyeron de la miseria que se vivía en una España subyugada por curas, reyes y señoritingos mangantes y para evitar el hambre se embarcaron rumbo a América en busca de los tesoros prometidos. Puede que contribuyeran a terminar con la cultura azteca a estocadas y les quitasen su mala costumbre de desollar a sus víctimas, arrancarles el corazón, comerse sus vísceras y empalar su cráneo. Pero también es posible que liberaran de su opresión a algunos pueblos indígenas como los tlaxcaltecas, que fueron aliados de Hernán Cortés hasta en la Noche Triste. Robarían, no lo pongo en duda, su meta era conquistar El Dorado y en esta misión se jugaron el pellejo, porque el oro tenía un precio, que con frecuencia era la muerte. Se trataba de matar y de no morir, éste es el juego de la guerra, y los españoles no solo mataron, también murieron, devorados por las fiebres, enlatados en hierro, manchados de sangre y lodo, a manos de indios valerosos.
La mejicana arguye que se lo merecieron, que murieron como las ratas sucias y sin escrúpulos que eran. Quizás, pero esas sucias ratas tuvieron por aliados a los indios que vieron en ellos a sus salvadores, y le recuerdo a mi contrincante que en 1520, cincuenta españoles y trescientos tlaxcaltecas cayeron en una emboscada azteca y murieron como soldados: luchando, y que los aztecas, después de sacrificar a los que no cayeron en la batalla, pintaron con su sangre el templo de Zultepec, que en eso de cometer barbaridades ningún bando se quedó corto. Concluyo defendiéndome personalmente, yo no he robado ni matado a ningún mejicano y es injusto que me haga cargar con las culpas de mis antepasados. ¿Es responsable del holocausto nazi un alemán recién nacido? Respecto al idioma... Gracias a él hemos mantenido esta acalorada disputa.
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