Diálogo
El doctor Tristán Troudart es director del Departamento de Rehabilitación del Hospital Psiquiátrico Kfar Sahul de Jerusalén y miembro de la organización voluntaria israelita Physicians for Humans Rights, uno de sus objetivos es dotar de servicios médicos a las poblaciones palestinas ocupadas por el ejército israelí, a las que procuran una asistencia médica móvil. Es la manera que tiene de expresar su solidaridad, una forma de protesta pacífica contra la ocupación de los territorios palestinos y la represión militar. Su trabajo le mantiene en permanente contacto con la población palestina, que recibe a los miembros de la organización de manera amistosa, saben que son personal médico y que llegan en son de paz, para llevarles su ayuda y solidaridad. Se ha encontrado con la mirada de niños extrañados porque era la primera vez que veían a un israelí que no era soldado. Su mensaje es que entre los israelitas hay gente interesada en el diálogo y en resolver sus problemas de forma pacífica.
El doctor Troudart opina que el diálogo con el enemigo es la única solución al conflicto y que es justamente la falta de comunicación y entendimiento la que crea las condiciones favorables a la violencia y al terrorismo. Todas las actividades de su organización van dirigidas a crear puentes de paz, aunque el gobierno de Ariel Sharon y gran parte de la población de Israel considera que no se debe dialogar con los terroristas.
El muro de la vergüenza que se está construyendo para proteger los intereses de los israelitas genera violencia porque separa a los palestinos entre ellos, los encierra y les impide cultivar sus tierras, pero existe otro muro que el doctor Troudart conoce muy bien: el muro psicológico. Un reciente estudio entre niños palestinos, a los que se les preguntó qué querían ser de mayores, revela que el 24% de los niños entrevistados querían ser mártires, inmolarse. Son niños que han visto a sus padres humillados, maltratados, impotentes, incapaces de proteger a su familia, y estos sentimientos se han apoderado también de ellos. En estas circunstancias, la idea que les permite sentirse poderosos es ser mártires y matar a la mayor cantidad posible de enemigos. Los niños de la intifada de los 80 perdieron el miedo y se enfrentaron a los tanques con piedras, esos niños son los suicidas de hoy y los niños que hoy ven a sus padres maltratados, serán mañana los suicidas. No hay esperanza para los niños, se ha eliminado la esperanza de su corazón. La sociedad palestina vive de manera extremadamente precaria, el 70% no tiene trabajo, padecen continuas restricciones, amenazas y agresiones militares. Este ambiente es el ideal para empujar a los jóvenes a cometer actos desesperados.
Los médicos que acompañan al doctor Troudart en su tarea son considerados traidores, colaboradores del enemigo, y su actuación genera incomprensión y enemistad. Se les acusa de preocuparse del sufrimiento de los palestinos y no del de los suyos y es que ellos son un grupo minoritario, la mayor parte de los israelitas evitan todo contacto con los palestinos a los que califican de terroristas y asesinos. El movimiento pacifista en Israel es todavía minoritario, pero selecto. Que soldados de élite se nieguen a combatir porque no creen en esta guerra, ha causado una enorme conmoción social, ya que una inmensa mayoría de israelíes está concentrada en su propio dolor, viven con tensión y miedo y han asumido esta sensación como algo habitual.
Los atentados terroristas refuerzan las posiciones de los gobiernos más duros, que proponen mano firme para combatirlos. Esta es la razón por la que se eligió a Sharon, que defiende un nacionalismo a ultranza y el uso de la violencia indiscriminada contra los palestinos. Pero este conflicto no se resuelve con la fuerza, sino con el diálogo, argumenta Tristán Troudart. El diálogo es difícil e inevitable, es algo que tendrá que suceder.
El doctor Troudart opina que el diálogo con el enemigo es la única solución al conflicto y que es justamente la falta de comunicación y entendimiento la que crea las condiciones favorables a la violencia y al terrorismo. Todas las actividades de su organización van dirigidas a crear puentes de paz, aunque el gobierno de Ariel Sharon y gran parte de la población de Israel considera que no se debe dialogar con los terroristas.
El muro de la vergüenza que se está construyendo para proteger los intereses de los israelitas genera violencia porque separa a los palestinos entre ellos, los encierra y les impide cultivar sus tierras, pero existe otro muro que el doctor Troudart conoce muy bien: el muro psicológico. Un reciente estudio entre niños palestinos, a los que se les preguntó qué querían ser de mayores, revela que el 24% de los niños entrevistados querían ser mártires, inmolarse. Son niños que han visto a sus padres humillados, maltratados, impotentes, incapaces de proteger a su familia, y estos sentimientos se han apoderado también de ellos. En estas circunstancias, la idea que les permite sentirse poderosos es ser mártires y matar a la mayor cantidad posible de enemigos. Los niños de la intifada de los 80 perdieron el miedo y se enfrentaron a los tanques con piedras, esos niños son los suicidas de hoy y los niños que hoy ven a sus padres maltratados, serán mañana los suicidas. No hay esperanza para los niños, se ha eliminado la esperanza de su corazón. La sociedad palestina vive de manera extremadamente precaria, el 70% no tiene trabajo, padecen continuas restricciones, amenazas y agresiones militares. Este ambiente es el ideal para empujar a los jóvenes a cometer actos desesperados.
Los médicos que acompañan al doctor Troudart en su tarea son considerados traidores, colaboradores del enemigo, y su actuación genera incomprensión y enemistad. Se les acusa de preocuparse del sufrimiento de los palestinos y no del de los suyos y es que ellos son un grupo minoritario, la mayor parte de los israelitas evitan todo contacto con los palestinos a los que califican de terroristas y asesinos. El movimiento pacifista en Israel es todavía minoritario, pero selecto. Que soldados de élite se nieguen a combatir porque no creen en esta guerra, ha causado una enorme conmoción social, ya que una inmensa mayoría de israelíes está concentrada en su propio dolor, viven con tensión y miedo y han asumido esta sensación como algo habitual.
Los atentados terroristas refuerzan las posiciones de los gobiernos más duros, que proponen mano firme para combatirlos. Esta es la razón por la que se eligió a Sharon, que defiende un nacionalismo a ultranza y el uso de la violencia indiscriminada contra los palestinos. Pero este conflicto no se resuelve con la fuerza, sino con el diálogo, argumenta Tristán Troudart. El diálogo es difícil e inevitable, es algo que tendrá que suceder.
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