Consideraciones sobre el blog
Mi viaje errático como nauta curiosa me lleva a un blog en el que leo el siguiente mensaje: Estaré ausente tres días para ir al entierro de mi madre. Por favor, perdonad mi ausencia. Esperadme. No os vayáis. A mí me da la impresión de que a la autora le preocupa más abandonar a sus hipotéticos lectores que el fallecimiento de su madre y, personalmente, no creo que nadie aguarde en candeletas su vuelta, ya que los mensajes del blog son insustanciales y carentes de interés: Estoy cansada, buenas noches a todos, Hoy no tengo nada nuevo que contaros, hasta mañana, Había cola en la caja del super y mientras esperaba me he comido una bolsa grande de patatas fritas, mañana me lo pasaré a dieta... Ignoro los visitantes que recibe este blog, pero parece que, para la autora, la posible existencia de uno solo da aliciente a su vida.
Hace unas semanas un bloguero que conozco fue abandonado por su familia. Al llegar a casa su esposa y sus dos hijos se despidieron de él, no aguantaban más el papel de segundones a que les relegaba el blog. Los chavales estaban cansados de las excusas de su padre para no acompañarlos nunca al parque o al cine, la mujer se había hartado de esperar en una cama vacía a que su marido terminase el viaje completo que realizaba por el océano de Internet buscando enlaces jugosos que añadir a su página. Con los ojos húmedos, me cuenta que lo primero que hizo, después de superar la rabia por no poder retener a su familia, fue arrancar de cuajo el módem que lo conectaba a un mundo cibernético, hasta entonces mucho más importante que el real.
Qué triste esta necesidad patológica de estar ahí, en una realidad virtual que a la par que gratifica daña. Sentirse obligado a pedir disculpas por asistir al sepelio de la madre muerta y suplicarle al lector que permanezca fiel durante la ausencia, volcarse en la tarea obsesiva de escribir algo, lo que sea, cada día, me parece un claro síntoma de desequilibrio, de enfermedad. El fenómeno blog es relativamente nuevo y no se han realizado estudios exhaustivos sobre él, pero también aquí se detectan síntomas de esa epidemia creciente de adictos a Internet.
La construcción de un blog se inicia con diversas motivaciones: tener un espacio propio donde opinar, compartir conocimientos con otros, mostrar el fruto de tus quehaceres, escribir un diario público, hacerse visible y salir del anodino anonimato... Toda tarea nueva estimula. Al comenzar un blog, el autor se halla cargado de ardientes ilusiones y de, tal vez, infundadas esperanzas, con las ideas frescas en la cabeza y la meta de conseguir visitantes asiduos que valoren el esfuerzo realizado, se involucra en esta actividad cotidiana. No escatima energía ni tiempo si la recompensa es atrapar la atención de otro y obtener a cambio un comentario favorable. A partir de aquí comienza la patología, es cuando el blog se convierte en una obsesión enfermiza, en una tortura excesiva. Horas y horas de dedicación exclusiva para crear una obra atractiva que los demás admiren. Si se reciben palabras de aliento, se redobla el esfuerzo, se confirma que se va por el buen camino. Si las críticas son contrarias, hay que intentarlo con mayor ahínco hasta conseguir saciar esa necesidad de aprobación que domina los actos.
Proyectarse en un blog puede ser peligroso. La vida y el mundo tienen sentido en los límites del blog, alrededor del cual gira lo demás. Pasar el día sentado frente al ordenador, olvidar que fuera existe otra realidad, buscar el aprobado continuo examinándose cada día para sacar nota, competir con otros que se dedican a lo mismo, hacer del blog una religión: sin días libres, ni vacaciones, ni descansos, viviendo apartado, negar que se es víctima de una compulsión porque se ha encontrado el método para alimentar la autoestima, es estar perturbado.
Confeccionar un blog debe tomarse como un entretenimiento y no hay que permitir que llegue a transformarse en un elemento de tortura. Las críticas que se reciben no han de tomarse a pecho; las malas, porque no existe un lector realmente objetivo y ningún blog es tan excepcional como para desbancar a otro que se somete a un juicio de valores y méritos que no pueden cuantificarse, en cuanto a las buenas, ciertas opiniones no pasan de ser un aplauso retórico o una mera fórmula de cortesía. El contador, que algunos miran ansiosos, no informa más que del número de personas que llegan a una dirección, no dice quién te lee o si el contenido agrada, sólo ofrece unos números. Nadie nos obliga a escribir cada día, es preferible hacerlo únicamente cuando haya algo interesante que ofrecer al visitante. Puesto que es imposible contentar a todos, lo mejor es satisfacerse uno mismo y realizar un trabajo que distraiga y gratifique, dejando al margen las consideraciones ajenas. Al menor síntoma de que nos estamos enganchando hay que dejarlo correr, ser el responsable del blog más visitado del planeta no compensa si el precio a pagar es la cordura.
Hace unas semanas un bloguero que conozco fue abandonado por su familia. Al llegar a casa su esposa y sus dos hijos se despidieron de él, no aguantaban más el papel de segundones a que les relegaba el blog. Los chavales estaban cansados de las excusas de su padre para no acompañarlos nunca al parque o al cine, la mujer se había hartado de esperar en una cama vacía a que su marido terminase el viaje completo que realizaba por el océano de Internet buscando enlaces jugosos que añadir a su página. Con los ojos húmedos, me cuenta que lo primero que hizo, después de superar la rabia por no poder retener a su familia, fue arrancar de cuajo el módem que lo conectaba a un mundo cibernético, hasta entonces mucho más importante que el real.
Qué triste esta necesidad patológica de estar ahí, en una realidad virtual que a la par que gratifica daña. Sentirse obligado a pedir disculpas por asistir al sepelio de la madre muerta y suplicarle al lector que permanezca fiel durante la ausencia, volcarse en la tarea obsesiva de escribir algo, lo que sea, cada día, me parece un claro síntoma de desequilibrio, de enfermedad. El fenómeno blog es relativamente nuevo y no se han realizado estudios exhaustivos sobre él, pero también aquí se detectan síntomas de esa epidemia creciente de adictos a Internet.
La construcción de un blog se inicia con diversas motivaciones: tener un espacio propio donde opinar, compartir conocimientos con otros, mostrar el fruto de tus quehaceres, escribir un diario público, hacerse visible y salir del anodino anonimato... Toda tarea nueva estimula. Al comenzar un blog, el autor se halla cargado de ardientes ilusiones y de, tal vez, infundadas esperanzas, con las ideas frescas en la cabeza y la meta de conseguir visitantes asiduos que valoren el esfuerzo realizado, se involucra en esta actividad cotidiana. No escatima energía ni tiempo si la recompensa es atrapar la atención de otro y obtener a cambio un comentario favorable. A partir de aquí comienza la patología, es cuando el blog se convierte en una obsesión enfermiza, en una tortura excesiva. Horas y horas de dedicación exclusiva para crear una obra atractiva que los demás admiren. Si se reciben palabras de aliento, se redobla el esfuerzo, se confirma que se va por el buen camino. Si las críticas son contrarias, hay que intentarlo con mayor ahínco hasta conseguir saciar esa necesidad de aprobación que domina los actos.
Proyectarse en un blog puede ser peligroso. La vida y el mundo tienen sentido en los límites del blog, alrededor del cual gira lo demás. Pasar el día sentado frente al ordenador, olvidar que fuera existe otra realidad, buscar el aprobado continuo examinándose cada día para sacar nota, competir con otros que se dedican a lo mismo, hacer del blog una religión: sin días libres, ni vacaciones, ni descansos, viviendo apartado, negar que se es víctima de una compulsión porque se ha encontrado el método para alimentar la autoestima, es estar perturbado.
Confeccionar un blog debe tomarse como un entretenimiento y no hay que permitir que llegue a transformarse en un elemento de tortura. Las críticas que se reciben no han de tomarse a pecho; las malas, porque no existe un lector realmente objetivo y ningún blog es tan excepcional como para desbancar a otro que se somete a un juicio de valores y méritos que no pueden cuantificarse, en cuanto a las buenas, ciertas opiniones no pasan de ser un aplauso retórico o una mera fórmula de cortesía. El contador, que algunos miran ansiosos, no informa más que del número de personas que llegan a una dirección, no dice quién te lee o si el contenido agrada, sólo ofrece unos números. Nadie nos obliga a escribir cada día, es preferible hacerlo únicamente cuando haya algo interesante que ofrecer al visitante. Puesto que es imposible contentar a todos, lo mejor es satisfacerse uno mismo y realizar un trabajo que distraiga y gratifique, dejando al margen las consideraciones ajenas. Al menor síntoma de que nos estamos enganchando hay que dejarlo correr, ser el responsable del blog más visitado del planeta no compensa si el precio a pagar es la cordura.
1 comentario
Markota -
Mil gracias y un abrazo virtual.