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Cierzo

Carta al director del país

Carta al director del país Señor director,

Reconozco que no tengo derecho a quejarme porque vivo en un lugar privilegiado llamado España, y España va bien, no como otros países, que, pobrecillos, padecen recesiones y crisis de todo tipo: económicas, sociales, laborales, políticas, culturales, ideológicas... El Gobierno no deja de recordarnos a los ciudadanos que vivimos en una especie de Jauja maravillosa y tiene razón, los telediarios de TVE lo confirman a diario.

España va bien. Aquí todo son hazañas, gestas heroicas, momentos solemnes de la historia de la humanidad. Se inaugura traviesa a traviesa la red radial del AVE, se mantiene el déficit cero, el crecimiento del PIB, la creación de empleo temporal y los contratos basura; crecen los accidentes de tráfico, el índice de desarrollo, la arribada de pateras atestadas de inmigrantes ilegales, las familias que no consiguen llegar a fin de mes con su salario, las listas de espera de la Inseguridad Social, el número de mujeres asesinadas por sus parejas, el fracaso escolar, la cultura basura, el precio de la vivienda, porque somos ricos y nos lo podemos permitir; hemos salido de un rincón de la historia para entrar por la puerta grande en el rancho Crawford; hemos superado el récord de reclusos hacinados en las cárceles, que supera los 55.000, el de homicidios, que ha subido un 58% en la comunidad de Madrid, y el de consumo de drogas, que nos coloca a la cabeza de Europa; ha aumentado sustancialmente la delincuencia; el chapapote ha dejado las playas gallegas esplendorosas; nuestros soldados viajan a bordo de Yakolev 42, gloria de la legendaria aviación ucraniana; la brigada Plus Ultra defiende la democracia y la libertad en Iraq...

Usted sabe hacer bien las cosas y no le afectan los problemas que salpican a sus amiguetes de las Azores, George Bush y Toni Blair, que tienen que rendir cuentas de sus desmanes en el Congreso de Washington o ante el juez Hutton respectivamente; y qué decir del impecable proceso de elección del candidato a sucederle en la presidencia del Gobierno: a dedo, sí señor, como procede hacer en una democracia. Los que nos gobiernan lo hacen de manera irreprochable y eso que partían con el legado de despilfarro y corrupción que, según ellos, dejó el gobierno socialista, lo cual tiene más mérito y es de admirar. Por eso yo tengo mala conciencia, en vez de estar agradecida por sus desvelos y por sus logros, en vez de sentir en mi pecho los más nobles ideales patrióticos, me siento indignada por su chulesca prepotencia, por su capitalismo de compadreo, por sus extravagantes delirios de grandeza, por secundar el pensamiento único y no admitir ninguna discrepancia, por imponer su religión en un estado laico, por su política de intercambio de favores, por esa sordera suya que le impide escuchar al pueblo, por su negligencia al no corregir las equivocaciones, por obligarnos a ver el mundo a través de sus ojos, por amenazarnos con sufrir terribles atentados terroristas si no apoyamos ocupaciones de países que son ilegales e injustas, por embarcarnos en chulescas guerras preventivas, por auspiciar la desigualdad entre los ciudadanos.

Señor director del país, tener la mayoría absoluta no es tener la razón de su parte. Yo soy una ciudadana inconformista que no se cree las mentiras que cuenta, no me he contagiado de su euforia, no tolero su arrogancia desdeñosa ni sus insultos a quienes se atreven a discrepar, su talante, sus modos, su mentalidad política y esa postura de conmigo o contra mí, que es propia de un dictador y no de un demócrata. Ahora se acaba su mandato y ha tenido el buen criterio de no presentarse a la reelección, pues ojalá que le vaya bonito.

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