Estúpidos hombres blancos
Quizá lo peor de tener a un presidente que nadie eligió es que, cuando se
avecina una crisis nacional, debemos preguntarnos a qué intereses sirve.
Dado que no gobierna por voluntad del pueblo sino por robo electoral, ¿no
resulta más seguro suponer que el pueblo no se halla entre las prioridades
del presidente George W. Bush? A las 8.45 de la mañana del 11 de septiembre
de 2001, Estados Unidos sufrió el peor ataque de su historia en su propio
suelo por parte de enemigos extranjeros. Visto que los detalles de lo que
sucedió ya son tan conocidos como los del 7 de diciembre de 1941 y los del
11 de septiembre de 1939, no me voy a extender sobre el número de aviones
utilizados, la cantidad de víctimas mortales o las múltiples llamadas
telefónicas de adiós por parte de seres queridos que viajaban en los
aviones que los terroristas suicidas estrellaron en el World Trade Center y
en el Pentágono.
Lo que sí desearía hacer, ahora que me acerco al final de este libro, es
formular una serie de puntillosas preguntas a nuestro Comandante en Jefe,
quien, por haber sido designado por los amigos de papá en el Tribunal
Supremo, piensa que no tiene que responder a nada. Aquel día murieron 3.000
personas y hay algo en dicha tragedia que a mí y a un montón de gente más
no nos acaba de cuadrar.
Así que, señor Bush, ¿podría aclararme estas cuestiones?:
1. ¿Es verdad que la familia Bin Laden ha estado suministrando fondos a la
familia Bush durante más de 20 años? Según el New York Times, su primera
empresa petrolera (Arbusto, fundada en 1979) fue parcialmente financiada
por los Bin Laden. El clan saudí invirtió en el Grupo Carlyle, la empresa
de George padre que tiene vínculos muy importantes con la industria de
defensa de Estados Unidos. Creo que una coincidencia tan extraordinaria
merece una explicación.
2. Usted dice que Osama bin Laden fue el cerebro de los atentados del 11 de
septiembre. Sin embargo, hay noticias de que, por entonces, este maleante
estaba en tratamiento de diálisis a causa de una insuficiencia renal. ¿Nos
está usted diciendo que un hombre conectado a una máquina de diálisis en
una cueva de Afganistán supervisó toda la operación?
3. En 1997, cuando usted era gobernador del Estado, la BBC emitió un
reportaje sobre los líderes talibanes de Afganistán que volaron a Houston,
Texas, para reunirse con ejecutivos de la petrolera Unocal con el fin de
discutir la construcción de un gaseoducto en Afganistán. Uno de los
informes de viabilidad del proyecto fue encargado a Enron, la compañía que
más dinero donó a sus campañas para gobernador y presidente. Halliburton
fue una de las empresas designadas para construirlo. Por entonces, el
presidente de la empresa era Dick Cheney, actual vicepresidente de Estados
Unidos. ¿Por qué acogió el Estado de Texas a estos representantes de un
gobierno terrorista? ¿Qué pasó con el acuerdo para construir el gasoducto?
4. Según el Times de Londres, en los días y semanas que siguieron al 11 de
septiembre, usted permitió que un avión privado saudí sobrevolara Estados
Unidos para recoger y sacar del país a una docena de miembros de la familia
Bin Laden. No se llevaron a cabo interrogatorios policiales ni del FBI,
como tampoco se convocó a un gran jurado para determinar si estos parientes
pudieran poseer información valiosa. Por el contrario, mientras el resto
del país tenía que quedarse en tierra y el caos se apoderaba de la nación,
usted encontró tiempo para asegurarse de que los Bin Laden estuvieran a
salvo. ¿Nos puede explicar a qué viene esa premura? ¿Por qué recibieron los
saudís y los Bin Laden este trato de favor?
5. Al menos 15 de los 19 secuestradores procedían de Arabia Saudí. Pero
usted bombardeó Afganistán. ¿Fue un error de puntería? ¿O resultaba algo
aventurado ir a por un país que suministra el 25% de nuestra gasolina y que
alberga a tantos socios de papá? Sólo trato de conocer el verdadero valor
de las 3.000 vidas perdidas.¿A cuántos metros cúbicos de gas natural
equivalen?
6. Tan pronto como acabó su campaña para tomar el control de Afganistán,
usted instaló a un antiguo asesor de una petrolera como jefe del gobierno
interino. Luego, colocó a un ex consejero de Unocal como nuevo embajador en
el país y, al cabo de pocos meses, se firmó el acuerdo para construir el
gasoducto antes mencionado. Ahora que ya tiene lo que quería, ¿pueden
regresar las tropas?
Hay que formular estas preguntas a George W. Bush, pero, ¿quién lo hará?
¿Quién exigirá las respuestas? ¿La prensa perezosa y complaciente que
pertenece a unos pocos millonarios que contribuyeron a la campaña de Bush?
¿O el supuesto partido de la oposición, que pasa el rato tratando de emular
a los republicanos y que está financiado por los mismos millonarios? ¿Qué
esperanza puede haber para nosotros si no somos capaces de formular estas
preguntas elementales? Con el fin de disimular el olor a gato encerrado, la
Administración Bush se ha servido alegremente de los ataques del 11 de
septiembre como pretexto para empezar a trocear nuestra constitución y
eliminar nuestras libertades civiles. No hay mejor momento para hacerlo: el
pueblo vive bajo un estado de terror y nadie está seguro de dónde vendrá el
próximo ataque.
[...] George Orwell acertó con 1984. Casi todos recordamos al Gran Hermano,
pero hoy día resulta mucho más relevante la coincidencia de que el líder se
vea obligado a costear una guerra permanente. Necesita que los ciudadanos
vivan en estado de constante temor hacia el enemigo con el fin de que le
concedan todo el poder que desea: como la gente quiere sobrevivir, renuncia
de buena gana a sus libertades. Naturalmente, el único modo de conseguir
esto es convenciendo al pueblo de que el enemigo está en todas partes y de
que su amenaza es inminente.
Funcionó en la novela y funciona hoy. Lo único que detendrá esta dinámica
es el rechazo tajante a las mentiras que nos cuentan. No es momento de
abandonar. No debemos olvidar que somos más que ellos. Siempre hemos tenido
el poder y así seguirá siendo, pero hay que echar mano de él sin temor.
BUSH, ERES UN INCULTO
[...] Me gustaría formularte tres espinosas preguntas, y desearía que
respondieses con franqueza. George, ¿eres capaz de leer y escribir como un
adulto? A mí y a muchos otros nos parece que el tuyo es, tristemente, un
caso de analfabetismo funcional. No es nada de lo que debas avergonzarte,
pues estás bien acompañado (no hay más que contar las erratas de este
libro). Millones de americanos tienen un nivel de alfabetización de cuarto
de primaria. No es de extrañar que dijeses aquello de «que ningún niño se
quede atrás»; ya sabías de qué iba. Pero déjame preguntarte esto: si te
cuesta entender los complejos informes que recibes en calidad de líder del
mundo cuasilibre, ¿cómo podemos llegar a confiarte nuestros secretos
militares?
Todos los indicios de analfabetismo son evidentes, y nadie te ha
desautorizado por ello. Nos ofreciste la primera prueba cuando se te
preguntó por tu libro de la infancia preferido. La oruga hambrienta,
respondiste. Desgraciadamente, ese libro no se publicó hasta un año después
de que te licenciaras.[...]
Durante la campaña, cuando te pidieron que nombraras los libros que estabas
leyendo en aquel momento, respondiste valerosamente, pero ante las
preguntas sobre sus contenidos no supiste qué decir.No me sorprende que tus
asesores te prohibieran participar en nuevas ruedas de prensa a dos meses
del final de campaña. Tenían miedo de las preguntas..., pero les acojonaban
tus respuestas.
Una cosa está clara: tu sintaxis es abstrusa hasta el punto de hacer
incomprensible el discurso. Al principio, el modo en que mutilabas palabras
y frases resultaba simpático, casi encantador.Sin embargo, ha cobrado
tintes alarmantes con el tiempo. Así, un buen día, en una entrevista te
cargaste décadas de política exterior americana en Taiwan al decir que
estábamos dispuestos a hacer «lo que fuera» para defender la isla y sugerir
incluso que quizá mandaríamos unas tropas. Por Dios, George, el mundo
enteró se puso en alerta roja.[...]
Tus asistentes han declarado que no lees sus informes y que les pides que
lo hagan por ti. Como primera dama, tu madre colaboró activamente con los
programas de alfabetización.
¿Cabe pensar que conocía bien la dificultad de educar a un niño que no
sabía leer?
No lo tomes como algo personal. Quizá se trate de una discapacidad.No hay
que avergonzarse por ello. Además, yo también creo que un disléxico puede
ser presidente de Estados Unidos. Albert Einstein era disléxico, y también
lo es el humorista de la CBS Jay Leno (caray, Leno y Einstein en una misma
oración: ¿ves cómo el lenguaje puede resultar divertido?).[...]
¿ERES UN ALCOHOLICO?
En caso afirmativo, ¿cómo afecta esa condición a tus funciones como
Comandante en Jefe? Tampoco aquí pretendo señalar con el dedo, avergonzar
ni faltar al respeto a nadie. El alcoholismo es un problema grave; afecta a
millones de ciudadanos americanos, gente a la que conocemos y queremos.
Muchas de esas personas logran superar su enfermedad y llevar vidas
normales. Los alcohólicos pueden ser -y han sido- presidentes de Estados
Unidos.
Admiro sinceramente a cualquiera que consiga vencer una adicción de este
género. Tú has reconocido que no puedes controlar el alcohol y que no has
probado una gota desde que cumpliste 40 años. Felicidades.
También nos has dicho que solías «beber demasiado» y que, finalmente, te
diste cuenta de que «el alcohol empezaba a mermar mis energías y podía
llegar a enturbiar mi afecto por otras personas». He aquí la definición de
un alcohólico.
Esto no te descalifica para ser presidente, pero requiere que respondas a
algunas preguntas, especialmente después de pasar años ocultando el hecho
de que en 1976 te detuvieron por conducir bebido.
¿Por qué no empleas la palabra alcohólico? Después de todo, ése es el
primer paso hacia la rehabilitación. ¿Qué medidas preventivas has tomado
para no descarriarte? Ser presidente de Estados Unidos es uno de los
trabajos más estresantes del mundo. ¿Qué has hecho para garantizar que
podrás resistir la presión y la ansiedad que conlleva ser el hombre más
poderoso del mundo?
¿Cómo podemos saber que no echarás mano de la botella cuando tengas que
enfrentarte a una crisis seria? [...]
El día en que tu detención se hizo pública, poco antes de las elecciones,
daba pena verte fanfarronear risueño mientras tratabas de achacar tu acción
irresponsable al «error juvenil» de haber estado tomando unas cervezas con
los amigotes.
Me entristecí al pensar en las familias del medio millón de personas que
han muerto bajo las ruedas de borrachos como tú desde que viviste aquella
aventurilla. Gracias a Dios que sólo seguiste bebiendo durante algunos años
más después de «haber aprendido la lección». También pienso en lo mucho que
habrás hecho sufrir a tu esposa, Laura. Bien sabe ella lo peligroso que
puede ser ponerse al volante. A los 17 años mató a una amiga del instituto
al pasarse un stop y atropellarla. Confío en que buscarás su orientación
tan pronto como te sientas abrumado por el trabajo (hagas lo que hagas, no
le pidas consejo a Dick Cheney: ha sido arrestado en dos ocasiones por
conducir borracho). [...]
¿ERES UN DELINCUENTE?
[...] George, sabemos que te han arrestado tres veces y yo no conozco a
nadie, aparte de algunos amigotes pacifistas, que haya estado en comisaría
en tres ocasiones. Además de por conducir bajo los efectos del alcohol, te
han detenido por robar una guirnalda navideña con otros compañeros de tu
hermandad universitaria para gastar una broma. ¿De qué va todo eso? Tu
tercer arresto se debió a una conducta inadecuada durante un partido de
fútbol americano.Esto es lo que, de verdad, no entiendo. ¡No hay nadie que
no se comporte de manera inapropiada en un partido de fútbol americano! He
asistido a muchos y me han derramado encima más de una cerveza, pero hasta
hoy no he visto que detengan a nadie. Para hacerse notar entre una turba de
hinchas mamados, hay que aplicarse al máximo.
George, tengo una teoría sobre cómo y por qué te está sucediendo todo esto.
En lugar de ganarte la presidencia, te la regalaron.Así es como has
conseguido todo en la vida. Dinero y apellido te han abierto todas las
puertas. Sin esfuerzo, trabajo, inteligencia ni ingenio, se te ha legado
una existencia privilegiada.
En seguida aprendiste que todo lo que tiene que hacer alguien como tú en
Estados Unidos es presentarse. Te admitieron en un exclusivo internado de
Nueva Inglaterra por el simple hecho de apellidarte Bush. No tenías que
ganarte el puesto: te lo compraron.
Cuando ingresaste en Yale, aprendiste que podías pasarles la mano por la
cara a estudiantes con mayores méritos que habían hincado los codos durante
10 años para que los aceptasen en esa universidad. No lo olvides: eres un
Bush. Entraste en la Facultad de Empresariales de Harvard del mismo modo.
Después de cuatro años erráticos en Yale, ocupaste la plaza que le
pertenecía a otro.
Entonces, nos quisiste hacer creer que habías hecho el servicio militar en
la Guardia Nacional Aérea de Texas. Lo que no dijiste fue que un día te
escabulliste y ya no te reincorporaste a tu unidad: un año y medio de
ausencia, según el Boston Globe. No cumpliste con tus obligaciones
militares porque tu nombre es Bush.
Tras varios años perdidos que no aparecen en tu biografía oficial, tu padre
y otros miembros de la familia te regalaron un trabajo tras otro. Por más
empresas que arruinabas, siempre había otra esperándote. Por fin, acabaste
como socio propietario de un gran equipo de béisbol -otro obsequio- a pesar
de que sólo aportaste una centésima parte del dinero. [...]
En resumen: has sido un borracho, un ladrón, posiblemente un delincuente,
un desertor impune y un llorica. El veredicto quizá te parezca cruel, pero
es que el amor puede ser despiadado.
Y por amor de todo lo que es sagrado y decente, chico, te animo a que
presentes tu dimisión inmediatamente y restituyas el buen nombre de tu
familia todopoderosa. Haz que todos aquellos que aún creemos que existe una
pizca de decencia en el clan, nos sintamos orgullosos al comprobar que un
Bush con sentido común es mejor que un Bush común y consentido.
Fragmento de la obra Estúpidos hombres blancos, de Michael Moore
avecina una crisis nacional, debemos preguntarnos a qué intereses sirve.
Dado que no gobierna por voluntad del pueblo sino por robo electoral, ¿no
resulta más seguro suponer que el pueblo no se halla entre las prioridades
del presidente George W. Bush? A las 8.45 de la mañana del 11 de septiembre
de 2001, Estados Unidos sufrió el peor ataque de su historia en su propio
suelo por parte de enemigos extranjeros. Visto que los detalles de lo que
sucedió ya son tan conocidos como los del 7 de diciembre de 1941 y los del
11 de septiembre de 1939, no me voy a extender sobre el número de aviones
utilizados, la cantidad de víctimas mortales o las múltiples llamadas
telefónicas de adiós por parte de seres queridos que viajaban en los
aviones que los terroristas suicidas estrellaron en el World Trade Center y
en el Pentágono.
Lo que sí desearía hacer, ahora que me acerco al final de este libro, es
formular una serie de puntillosas preguntas a nuestro Comandante en Jefe,
quien, por haber sido designado por los amigos de papá en el Tribunal
Supremo, piensa que no tiene que responder a nada. Aquel día murieron 3.000
personas y hay algo en dicha tragedia que a mí y a un montón de gente más
no nos acaba de cuadrar.
Así que, señor Bush, ¿podría aclararme estas cuestiones?:
1. ¿Es verdad que la familia Bin Laden ha estado suministrando fondos a la
familia Bush durante más de 20 años? Según el New York Times, su primera
empresa petrolera (Arbusto, fundada en 1979) fue parcialmente financiada
por los Bin Laden. El clan saudí invirtió en el Grupo Carlyle, la empresa
de George padre que tiene vínculos muy importantes con la industria de
defensa de Estados Unidos. Creo que una coincidencia tan extraordinaria
merece una explicación.
2. Usted dice que Osama bin Laden fue el cerebro de los atentados del 11 de
septiembre. Sin embargo, hay noticias de que, por entonces, este maleante
estaba en tratamiento de diálisis a causa de una insuficiencia renal. ¿Nos
está usted diciendo que un hombre conectado a una máquina de diálisis en
una cueva de Afganistán supervisó toda la operación?
3. En 1997, cuando usted era gobernador del Estado, la BBC emitió un
reportaje sobre los líderes talibanes de Afganistán que volaron a Houston,
Texas, para reunirse con ejecutivos de la petrolera Unocal con el fin de
discutir la construcción de un gaseoducto en Afganistán. Uno de los
informes de viabilidad del proyecto fue encargado a Enron, la compañía que
más dinero donó a sus campañas para gobernador y presidente. Halliburton
fue una de las empresas designadas para construirlo. Por entonces, el
presidente de la empresa era Dick Cheney, actual vicepresidente de Estados
Unidos. ¿Por qué acogió el Estado de Texas a estos representantes de un
gobierno terrorista? ¿Qué pasó con el acuerdo para construir el gasoducto?
4. Según el Times de Londres, en los días y semanas que siguieron al 11 de
septiembre, usted permitió que un avión privado saudí sobrevolara Estados
Unidos para recoger y sacar del país a una docena de miembros de la familia
Bin Laden. No se llevaron a cabo interrogatorios policiales ni del FBI,
como tampoco se convocó a un gran jurado para determinar si estos parientes
pudieran poseer información valiosa. Por el contrario, mientras el resto
del país tenía que quedarse en tierra y el caos se apoderaba de la nación,
usted encontró tiempo para asegurarse de que los Bin Laden estuvieran a
salvo. ¿Nos puede explicar a qué viene esa premura? ¿Por qué recibieron los
saudís y los Bin Laden este trato de favor?
5. Al menos 15 de los 19 secuestradores procedían de Arabia Saudí. Pero
usted bombardeó Afganistán. ¿Fue un error de puntería? ¿O resultaba algo
aventurado ir a por un país que suministra el 25% de nuestra gasolina y que
alberga a tantos socios de papá? Sólo trato de conocer el verdadero valor
de las 3.000 vidas perdidas.¿A cuántos metros cúbicos de gas natural
equivalen?
6. Tan pronto como acabó su campaña para tomar el control de Afganistán,
usted instaló a un antiguo asesor de una petrolera como jefe del gobierno
interino. Luego, colocó a un ex consejero de Unocal como nuevo embajador en
el país y, al cabo de pocos meses, se firmó el acuerdo para construir el
gasoducto antes mencionado. Ahora que ya tiene lo que quería, ¿pueden
regresar las tropas?
Hay que formular estas preguntas a George W. Bush, pero, ¿quién lo hará?
¿Quién exigirá las respuestas? ¿La prensa perezosa y complaciente que
pertenece a unos pocos millonarios que contribuyeron a la campaña de Bush?
¿O el supuesto partido de la oposición, que pasa el rato tratando de emular
a los republicanos y que está financiado por los mismos millonarios? ¿Qué
esperanza puede haber para nosotros si no somos capaces de formular estas
preguntas elementales? Con el fin de disimular el olor a gato encerrado, la
Administración Bush se ha servido alegremente de los ataques del 11 de
septiembre como pretexto para empezar a trocear nuestra constitución y
eliminar nuestras libertades civiles. No hay mejor momento para hacerlo: el
pueblo vive bajo un estado de terror y nadie está seguro de dónde vendrá el
próximo ataque.
[...] George Orwell acertó con 1984. Casi todos recordamos al Gran Hermano,
pero hoy día resulta mucho más relevante la coincidencia de que el líder se
vea obligado a costear una guerra permanente. Necesita que los ciudadanos
vivan en estado de constante temor hacia el enemigo con el fin de que le
concedan todo el poder que desea: como la gente quiere sobrevivir, renuncia
de buena gana a sus libertades. Naturalmente, el único modo de conseguir
esto es convenciendo al pueblo de que el enemigo está en todas partes y de
que su amenaza es inminente.
Funcionó en la novela y funciona hoy. Lo único que detendrá esta dinámica
es el rechazo tajante a las mentiras que nos cuentan. No es momento de
abandonar. No debemos olvidar que somos más que ellos. Siempre hemos tenido
el poder y así seguirá siendo, pero hay que echar mano de él sin temor.
BUSH, ERES UN INCULTO
[...] Me gustaría formularte tres espinosas preguntas, y desearía que
respondieses con franqueza. George, ¿eres capaz de leer y escribir como un
adulto? A mí y a muchos otros nos parece que el tuyo es, tristemente, un
caso de analfabetismo funcional. No es nada de lo que debas avergonzarte,
pues estás bien acompañado (no hay más que contar las erratas de este
libro). Millones de americanos tienen un nivel de alfabetización de cuarto
de primaria. No es de extrañar que dijeses aquello de «que ningún niño se
quede atrás»; ya sabías de qué iba. Pero déjame preguntarte esto: si te
cuesta entender los complejos informes que recibes en calidad de líder del
mundo cuasilibre, ¿cómo podemos llegar a confiarte nuestros secretos
militares?
Todos los indicios de analfabetismo son evidentes, y nadie te ha
desautorizado por ello. Nos ofreciste la primera prueba cuando se te
preguntó por tu libro de la infancia preferido. La oruga hambrienta,
respondiste. Desgraciadamente, ese libro no se publicó hasta un año después
de que te licenciaras.[...]
Durante la campaña, cuando te pidieron que nombraras los libros que estabas
leyendo en aquel momento, respondiste valerosamente, pero ante las
preguntas sobre sus contenidos no supiste qué decir.No me sorprende que tus
asesores te prohibieran participar en nuevas ruedas de prensa a dos meses
del final de campaña. Tenían miedo de las preguntas..., pero les acojonaban
tus respuestas.
Una cosa está clara: tu sintaxis es abstrusa hasta el punto de hacer
incomprensible el discurso. Al principio, el modo en que mutilabas palabras
y frases resultaba simpático, casi encantador.Sin embargo, ha cobrado
tintes alarmantes con el tiempo. Así, un buen día, en una entrevista te
cargaste décadas de política exterior americana en Taiwan al decir que
estábamos dispuestos a hacer «lo que fuera» para defender la isla y sugerir
incluso que quizá mandaríamos unas tropas. Por Dios, George, el mundo
enteró se puso en alerta roja.[...]
Tus asistentes han declarado que no lees sus informes y que les pides que
lo hagan por ti. Como primera dama, tu madre colaboró activamente con los
programas de alfabetización.
¿Cabe pensar que conocía bien la dificultad de educar a un niño que no
sabía leer?
No lo tomes como algo personal. Quizá se trate de una discapacidad.No hay
que avergonzarse por ello. Además, yo también creo que un disléxico puede
ser presidente de Estados Unidos. Albert Einstein era disléxico, y también
lo es el humorista de la CBS Jay Leno (caray, Leno y Einstein en una misma
oración: ¿ves cómo el lenguaje puede resultar divertido?).[...]
¿ERES UN ALCOHOLICO?
En caso afirmativo, ¿cómo afecta esa condición a tus funciones como
Comandante en Jefe? Tampoco aquí pretendo señalar con el dedo, avergonzar
ni faltar al respeto a nadie. El alcoholismo es un problema grave; afecta a
millones de ciudadanos americanos, gente a la que conocemos y queremos.
Muchas de esas personas logran superar su enfermedad y llevar vidas
normales. Los alcohólicos pueden ser -y han sido- presidentes de Estados
Unidos.
Admiro sinceramente a cualquiera que consiga vencer una adicción de este
género. Tú has reconocido que no puedes controlar el alcohol y que no has
probado una gota desde que cumpliste 40 años. Felicidades.
También nos has dicho que solías «beber demasiado» y que, finalmente, te
diste cuenta de que «el alcohol empezaba a mermar mis energías y podía
llegar a enturbiar mi afecto por otras personas». He aquí la definición de
un alcohólico.
Esto no te descalifica para ser presidente, pero requiere que respondas a
algunas preguntas, especialmente después de pasar años ocultando el hecho
de que en 1976 te detuvieron por conducir bebido.
¿Por qué no empleas la palabra alcohólico? Después de todo, ése es el
primer paso hacia la rehabilitación. ¿Qué medidas preventivas has tomado
para no descarriarte? Ser presidente de Estados Unidos es uno de los
trabajos más estresantes del mundo. ¿Qué has hecho para garantizar que
podrás resistir la presión y la ansiedad que conlleva ser el hombre más
poderoso del mundo?
¿Cómo podemos saber que no echarás mano de la botella cuando tengas que
enfrentarte a una crisis seria? [...]
El día en que tu detención se hizo pública, poco antes de las elecciones,
daba pena verte fanfarronear risueño mientras tratabas de achacar tu acción
irresponsable al «error juvenil» de haber estado tomando unas cervezas con
los amigotes.
Me entristecí al pensar en las familias del medio millón de personas que
han muerto bajo las ruedas de borrachos como tú desde que viviste aquella
aventurilla. Gracias a Dios que sólo seguiste bebiendo durante algunos años
más después de «haber aprendido la lección». También pienso en lo mucho que
habrás hecho sufrir a tu esposa, Laura. Bien sabe ella lo peligroso que
puede ser ponerse al volante. A los 17 años mató a una amiga del instituto
al pasarse un stop y atropellarla. Confío en que buscarás su orientación
tan pronto como te sientas abrumado por el trabajo (hagas lo que hagas, no
le pidas consejo a Dick Cheney: ha sido arrestado en dos ocasiones por
conducir borracho). [...]
¿ERES UN DELINCUENTE?
[...] George, sabemos que te han arrestado tres veces y yo no conozco a
nadie, aparte de algunos amigotes pacifistas, que haya estado en comisaría
en tres ocasiones. Además de por conducir bajo los efectos del alcohol, te
han detenido por robar una guirnalda navideña con otros compañeros de tu
hermandad universitaria para gastar una broma. ¿De qué va todo eso? Tu
tercer arresto se debió a una conducta inadecuada durante un partido de
fútbol americano.Esto es lo que, de verdad, no entiendo. ¡No hay nadie que
no se comporte de manera inapropiada en un partido de fútbol americano! He
asistido a muchos y me han derramado encima más de una cerveza, pero hasta
hoy no he visto que detengan a nadie. Para hacerse notar entre una turba de
hinchas mamados, hay que aplicarse al máximo.
George, tengo una teoría sobre cómo y por qué te está sucediendo todo esto.
En lugar de ganarte la presidencia, te la regalaron.Así es como has
conseguido todo en la vida. Dinero y apellido te han abierto todas las
puertas. Sin esfuerzo, trabajo, inteligencia ni ingenio, se te ha legado
una existencia privilegiada.
En seguida aprendiste que todo lo que tiene que hacer alguien como tú en
Estados Unidos es presentarse. Te admitieron en un exclusivo internado de
Nueva Inglaterra por el simple hecho de apellidarte Bush. No tenías que
ganarte el puesto: te lo compraron.
Cuando ingresaste en Yale, aprendiste que podías pasarles la mano por la
cara a estudiantes con mayores méritos que habían hincado los codos durante
10 años para que los aceptasen en esa universidad. No lo olvides: eres un
Bush. Entraste en la Facultad de Empresariales de Harvard del mismo modo.
Después de cuatro años erráticos en Yale, ocupaste la plaza que le
pertenecía a otro.
Entonces, nos quisiste hacer creer que habías hecho el servicio militar en
la Guardia Nacional Aérea de Texas. Lo que no dijiste fue que un día te
escabulliste y ya no te reincorporaste a tu unidad: un año y medio de
ausencia, según el Boston Globe. No cumpliste con tus obligaciones
militares porque tu nombre es Bush.
Tras varios años perdidos que no aparecen en tu biografía oficial, tu padre
y otros miembros de la familia te regalaron un trabajo tras otro. Por más
empresas que arruinabas, siempre había otra esperándote. Por fin, acabaste
como socio propietario de un gran equipo de béisbol -otro obsequio- a pesar
de que sólo aportaste una centésima parte del dinero. [...]
En resumen: has sido un borracho, un ladrón, posiblemente un delincuente,
un desertor impune y un llorica. El veredicto quizá te parezca cruel, pero
es que el amor puede ser despiadado.
Y por amor de todo lo que es sagrado y decente, chico, te animo a que
presentes tu dimisión inmediatamente y restituyas el buen nombre de tu
familia todopoderosa. Haz que todos aquellos que aún creemos que existe una
pizca de decencia en el clan, nos sintamos orgullosos al comprobar que un
Bush con sentido común es mejor que un Bush común y consentido.
Fragmento de la obra Estúpidos hombres blancos, de Michael Moore
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