Todas somos candidatas
Todas las mujeres corremos el riesgo de iniciar una relación violenta con un hombre porque solemos amar sin medida y sin condiciones.
La mayoría de mujeres cometen tres errores fatales: piensan que el amor lo puede todo, que su corazón no puede equivocarse y que los hombres son realmente lo que aparentan. Contra estos errores no sirve la justicia ni la movilización social, sólo sirve el sentido común.
Si amar a un hombre nos hace desgraciadas, ese hombre debe salir de nuestra vida inmediatamente; aunque suframos al principio, a la larga nos habremos ahorrado muchos disgustos.
El amor no hace milagros, no puede cambiar a las personas ni modifica la realidad. El corazón enamorado ama, es incapaz de razonar o de distinguir qué es lo que le conviene. Los hombres, como las mujeres, tienen una cara oculta que muestran en ocasiones puntuales, cuando cogen confianza y se sienten seguros.
En mi opinión, muchas cosas de las que se dicen sobre la agresión de las mujeres, aunque bien intencionadas, son de dudosa efectividad. Por ejemplo, una denuncia puede provocar en determinados casos una reacción furiosa y violenta hacia la denunciante y nunca impedirá posteriores abusos.
La justicia no puede proteger debidamente a las mujeres, somos nosotras las que hemos de asumir la responsabilidad de cuidarnos. Para eso tenemos que detectar las señales de peligro, no aguantar el maltrato psíquico, el menosprecio, el insulto y mucho menos la violencia física. Un hombre que nos hace daño no nos ama y carece de sentido mantener una relación con alguien con quien nunca alcanzaremos la felicidad.
Para evitar ser víctimas de un hombre dañino es imprescindible que nuestros conocimientos de lo que es una relación afectiva mejoren, para así detectar a tiempo los síntomas que delatan su mal funcionamiento; también es imprescindible echarle voluntad y coraje, para terminar con una relación antes de que se consolide como un círculo vicioso de miedo y violencia.
La sabiduría popular lo dice: Más vale prevenir que curar. En nuestras manos está no caer en la trampa de un psicópata o de un maltratador.
La mayoría de mujeres cometen tres errores fatales: piensan que el amor lo puede todo, que su corazón no puede equivocarse y que los hombres son realmente lo que aparentan. Contra estos errores no sirve la justicia ni la movilización social, sólo sirve el sentido común.
Si amar a un hombre nos hace desgraciadas, ese hombre debe salir de nuestra vida inmediatamente; aunque suframos al principio, a la larga nos habremos ahorrado muchos disgustos.
El amor no hace milagros, no puede cambiar a las personas ni modifica la realidad. El corazón enamorado ama, es incapaz de razonar o de distinguir qué es lo que le conviene. Los hombres, como las mujeres, tienen una cara oculta que muestran en ocasiones puntuales, cuando cogen confianza y se sienten seguros.
En mi opinión, muchas cosas de las que se dicen sobre la agresión de las mujeres, aunque bien intencionadas, son de dudosa efectividad. Por ejemplo, una denuncia puede provocar en determinados casos una reacción furiosa y violenta hacia la denunciante y nunca impedirá posteriores abusos.
La justicia no puede proteger debidamente a las mujeres, somos nosotras las que hemos de asumir la responsabilidad de cuidarnos. Para eso tenemos que detectar las señales de peligro, no aguantar el maltrato psíquico, el menosprecio, el insulto y mucho menos la violencia física. Un hombre que nos hace daño no nos ama y carece de sentido mantener una relación con alguien con quien nunca alcanzaremos la felicidad.
Para evitar ser víctimas de un hombre dañino es imprescindible que nuestros conocimientos de lo que es una relación afectiva mejoren, para así detectar a tiempo los síntomas que delatan su mal funcionamiento; también es imprescindible echarle voluntad y coraje, para terminar con una relación antes de que se consolide como un círculo vicioso de miedo y violencia.
La sabiduría popular lo dice: Más vale prevenir que curar. En nuestras manos está no caer en la trampa de un psicópata o de un maltratador.
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