Linchamiento popular
En 1999, en la Cala de Mijas, aparecía asesinada con ocho puñaladas en la espalda la joven Rocío Wanninkhof. En 2000 se detuvo a Dolores Vázquez como presunta autora de este crimen y, tras pasar 17 meses en prisión, un juzgado popular la consideró culpable condenándola a 15 años de cárcel, la sentencia fue anulada posteriormente ante el recurso presentado por la defensa que alegó "quebrantamiento de las garantías procesales".
El enfado visceral de la sociedad, la irreflexión del dolor y la presión de una madre afligida que exigía justicia, más bien que su ex compañera sentimental Dolores Vázquez pagara por lo que ella consideraba que había hecho, inclinaron la balanza del lado de los linchadores
El 20 de septiembre de 2003, un ciudadano inglés que estaba siendo investigado como sospechoso de haber dado muerte a otra joven, se ha confesado culpable también del asesinato de Rocío Wanninkhof en solitario.
Nunca existieron pruebas concluyentes que inculpasen a Dolores Vázquez, se la condenó con tan solo unas pruebas circunstanciales y la opinión pública en su contra. Ahora parece clara su inocencia. Esta mujer ha vivido una pesadilla durante tres años y todavía aguarda la repetición del juicio, que a estas alturas parece improcedente.
La Guardia Civil, el fiscal, el juez, la familia de la víctima, que fueron la acusación particular, y el pueblo enajenado que la condenó antes de ser juzgada, le deben a Dolores algo más que una disculpa. La justicia no funciona cuando actúa por venganza, y éste es un claro ejemplo de ello.
El enfado visceral de la sociedad, la irreflexión del dolor y la presión de una madre afligida que exigía justicia, más bien que su ex compañera sentimental Dolores Vázquez pagara por lo que ella consideraba que había hecho, inclinaron la balanza del lado de los linchadores
El 20 de septiembre de 2003, un ciudadano inglés que estaba siendo investigado como sospechoso de haber dado muerte a otra joven, se ha confesado culpable también del asesinato de Rocío Wanninkhof en solitario.
Nunca existieron pruebas concluyentes que inculpasen a Dolores Vázquez, se la condenó con tan solo unas pruebas circunstanciales y la opinión pública en su contra. Ahora parece clara su inocencia. Esta mujer ha vivido una pesadilla durante tres años y todavía aguarda la repetición del juicio, que a estas alturas parece improcedente.
La Guardia Civil, el fiscal, el juez, la familia de la víctima, que fueron la acusación particular, y el pueblo enajenado que la condenó antes de ser juzgada, le deben a Dolores algo más que una disculpa. La justicia no funciona cuando actúa por venganza, y éste es un claro ejemplo de ello.
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