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Cierzo

A más información, mayor desinformación

Cada día, me invade la sensación de vivir en un mundo en el que no se permite a la gente pensar, ni mucho menos decir lo que uno piensa. Tan sólo estamos autorizados a informarnos, manejando la información que previa y deliberadamente nos han hecho llegar. Nos impiden que esa información, esos datos suministrados, podamos convertirlos en conocimiento. Se nos prohibe que transformemos la cantidad (información, datos, noticias) en calidad (conocimiento, cultura, saber).

A mantener este actual estado de coacción contribuye, sobremanera, la desproporción brutal que existe mundialmente en la posesión de los medios de comunicación y en el control de la información. Estados Unidos, Japón y la Unión Europea controlan el 90% de la información y la comunicación de todo el planeta. La libre circulación de información resulta imposible y hasta inimaginable. La imposición del pensamiento único por los países ricos a través de sus altavoces mediáticos origina la concepción de un único mundo posible, con un único sistema económico viable y un unificado concepto de modernidad, desarrollo y progreso. En definitiva, la información, en contra de una genuina libertad de expresión, genera dogmas que se resumen en el simple: "Lo que no está en los medios de comunicación tal y como los medios de comunicación lo publican y lo interpretan, no está en el mundo".

La información, tal y como está conformada hoy en día, puede convertirse en fuente de intolerancia y de intransigencia. Con el pensamiento único se anula el pluralismo, por eso, el pensamiento único no es comprensivo ni tolerante con el disidente, se le permite su mera existencia, pero se le impide manifestar su opinión diversa y diferente. Para apagar las voces discrepantes, la información no escatima ningún esfuerzo manipulador.

Manipulación y tolerancia son dos términos contrapuestos por su sentido teleológico: mientras que la tolerancia permite la búsqueda de la verdad, la manipulación nos lleva directos a la mentira. No puede haber convivencia plural si se anula la fuerza constructiva de la tolerancia y se sustituye por la potencia destructora de la manipulación, de la mentira.

Manipular la información implica intervenir deliberadamente en los datos de una noticia por parte del emisor; trastocar sutilmente esos datos de modo que, sin anularlos del todo, proporcionen a la noticia un sentido distinto del original, en función de unos intereses preconcebidos por parte del emisor. Y todo ello de tal forma que el receptor no pueda percatarse de esa intervención sin recurrir a otras fuentes de información.

El abuso del lenguaje y de planteamientos estratégicos mediante el empleo de palabras o de esquemas denominados talismán, es decir, conceptos o ideas que suenan bien por estar de moda o ir con los tiempos: democracia, libertad, ciencia, progreso, derechos humanos, ecologista, postmoderno; la opinión prefabricada o juicio de valor sobre una realidad que tiene la categoría de ley, de sentencia aprobatoria o condenatoria respecto de dicha realidad, y ante la que nadie se atreve a opinar ni a discrepar; el terrorismo intelectual, propio de los monopolios informativos controlados por las multinacionales de la información, que imponen sus tesis y sus puntos de vista en la sociedad; la propaganda tendenciosa como difusión proselitista de ideas e intereses, que se manifiesta en el simple modo de redactar los títulos, de elaborar los extractos y resúmenes, de colocar la noticia dentro del formato del programa o del periódico, y en la forma de hacer comentarios; el sensacionalismo informativo, que exagera intencionadamente el contenido de la noticia; la desinformación, que proporciona informaciones generales erróneas, llevando al público a cometer actos colectivos o a difundir opiniones que correspondan a las intenciones del desinformador; la manipulación fotográfica, consistente en la falsificación de fotografías; las intimidaciones de orden económico a quienes respetan los principios éticos de la información.

Pero, sin duda, la técnica manipuladora más aguda y penetrante es la mentira en sus tres formas: supresión, consistente en hacer creer al público que algo que existe, no existe; adición, que inclina al destinatario a creer en la existencia de algo que no existe; y la deformación, que ofrece al público una imagen distorsionada de la realidad. A su vez, la distorsión puede ser cuantitativa, si exagera o minimiza la realidad, o cualitativa, si recurre a calificaciones o cualidades falsas.

Obviamente, todos estos hábitos deformadores obstruyen el acceso de los ciudadanos a una información veraz y a unos conocimientos genuinos. En tal escenario, difícilmente puede prosperar la cultura, la enseñanza y hasta la libertad, pues el saber es elección, y cuanto más sabemos, más posibilidades de elegir tenemos y más libres somos. El saber es tolerancia, y ésta es el sedimento de una sociedad feliz y afortunada. Por ello, quien controla el saber de los individuos, domina a los individuos, y así Stalin afirmaba que "de todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario".

Hay personas y grupos que quieren que pensemos y entendamos lo que ellos desean. Hay intelectuales que falsean la realidad; a todos ellos no les importa, lo más mínimo, el alejamiento de la verdad; pero quien así actúa, quien se desinteresa de la certeza, quien no tiene la voluntad de ser verídico, es políticamente un tirano e intelectualmente un bárbaro.

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