Maligno
El maligno siente pasión por dominar, por poseer a su víctima y satisfacer así su propio egoísmo. El maligno vive a través de otro y si el otro se resiste a ser dominado le tilda de ególatra. El maligno sufre de un hambre voraz, desea absorber a su víctima, anular su individualidad, deglutir su libertad e imponer la propia. Persigue que el otro sea suyo y teje una tela de araña a su alrededor, luego espera. Ha creado un infierno que devora la vida emocional e intelectual.
Los nombres del maligno son infinitos, pues los malignos son tan abundantes que rozan la infinitud. Estos caníbales llevan a cabo horripilantes ritos de degradación que causan la ruina de su víctima. Aparentemente son gente normal, incluso se muestran afables si les conviene. Un mal gesto podría delatarles y poner en guardia a la posible víctima. Por eso todos somos susceptibles de caer en las redes del maligno y conocer su odio, pero igual que puede sufrirse la aniquilación, es posible escapar por esa grieta de lava incandescente por la que el maligno eructa el Mal que a él, pobre víctima también, le domina.
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