Jefes mediocres
Según el Informe Randstand: jóvenes, profesionales y urbanos, realizado por el Instituto de Estudios Laborales de ESADE, los profesionales españoles ya no se conforman con un buen sueldo, un horario razonable o un trabajo motivador, el 56% de los entrevistados no está satisfecho con su trabajo por el contenido del mismo, por el entorno laboral o por ambos. Entre sus quejas destacan las malas actitudes de sus jefes, a quienes critican "el autoritarismo, la mala educación y la falta de empatía y de capacidad de valorar a sus subordinados".
Los jefes no saben mandar y poco a poco sus subordinados van perdiendo la ilusión, las ganas de trabajar, y caen en la apatía o cambian de empresa. Ser jefe no es fácil y pocos son los que están realmente preparados pasa asumir la responsabilidad de tener personal a su cargo.
Para mandar es imprescindible que quien ejerce el liderazgo en un grupo sea una persona íntegra, que inspire confianza y que sepa relacionarse con los demás. Un jefe que exige respeto y no respeta, que exige a los otros y no se exige a sí mismo, que dice una cosa y hace otra, es automáticamente rechazado por su equipo. A un jefe se le puede perdonar su incompetencia, su ignorancia o sus errores, pero difícilmente se le disculpa su falta de integridad, como tampoco se perdona a la directiva de la empresa el haberle puesto en el cargo.
Otro factor que desmotiva a cualquiera es que la empresa no valore las aportaciones o rechace las iniciativas del trabajador premiando la obediencia. La mayoría de empresas recompensan la docilidad, el sometimiento, y el trabajador, que se ve obligado a comulgar con ruedas de molino para sufragar su necesidades vitales y, si es el caso, las de su familia, llega a sentirse anulado, un robot que hace lo que le mandan.
Con un mal jefe y en este ambiente, la preocupación mayor es no cometer errores y no provocar problemas, conformarse con lo que hay, porque la otra opción puede ser encontrarse en paro. La mediocridad y el conformismo reinan en las empresas que no valoran, no incentivan ni recompensan emocionalmente a sus trabajadores.
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