Halong
Los compañeros planean las próximas vacaciones de Semana Santa y me preguntan: ¿Adónde irás tú? No sé adónde iré, pero sé desde hace mucho cuál es el lugar en el que me gustaría perderme: Halong.
La bahía de Halong siempre me ha parecido el lugar encantado donde moran los dragones celestiales. Me imagino qué debe ser estar ahí, en medio de esas moles calizas, sintiendo el silbido del viento que te acaricia, viendo volar a ese pájaro que atraviesa el cielo hasta perderse en el bosque de bambúes y escuchando el silencio.
Narra la leyenda que el emperador de Jade, señor del cosmos taoísta, gritó su cólera a los vientos denunciando una invasión y fueron los mismos dragones los que acudieron en su ayuda, arrojando de sus gargantas un aluvión de perlas que dieron lugar a las islas. También cuentan que fue un dragón el que bajó desde las montañas rompiendo todo a su paso antes de sumergirse en el mar del golfo de Tonkín. Dicen que su movimiento provocó un seísmo de tal magnitud que resquebrajó la roca y horadó la piedra caliza. Así se formó el maravilloso paisaje de formas y esculturas que surgen en medio del mar de China.
Cada vez que evoco ese paisaje, me encuentro en una pequeña barca de junco y me acompaña Tony Leung. Juntos admiramos esas formas sobrenaturales que se yerguen ante nuestros ojos, las aguas tranquilas están llenas de esmeraldas brillantes que centellean bajo el sol del crepúsculo y cae una fina lluvia. Quizás la levedad de la niebla nos permita descubrir dónde duermen los dragones, después... Quién sabe, tal vez aún conserva ese apartamento en Cholen...
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