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Cierzo

El nacimiento de la Guerra Santa

En la montaña del Sinaí, Dios se dirige a Moisés. En aquella época el pueblo judío es débil, su existencia está amenazada por las guerras contra otras tribus cercanas. Necesita la ayuda de Dios para mirar al futuro con serenidad. Un Dios único, beligerante, militar, implacable, que dirija el combate sin piedad, capaz de exterminar a los enemigos sin remordimientos y enfervorizar a las tropas. Éste es Yahvé, un modelo que, igual que el de Mahoma, tiene mucho que ver con el caudillo de guerra tribal ganándose unos galones cósmicos.

Dios promete a su pueblo “elegido entre todos los demás” un país de “propiedad perpetua”. Poco importa que la tierra de este país esté habitada por los cananeos, pues Dios ha decidido su exterminio. “Yo los exterminaré”, dice (Ex. XXIII, 23).

Para conquistar Palestina, Dios utiliza toda su artillería. En términos polemológicos contemporáneos, digamos que inventa la guerra total. Abre el mar en dos y, ya puestos, ahoga a todo un ejército; detiene el sol para que los hebreos tengan tiempo de exterminar a sus enemigos amoritas; provoca una lluvia de piedras y ranas; envía un ejército de moscas y avispas; transforma el agua en sangre; desencadena la peste, las úlceras, las pústulas; a esto se añade el comportamiento típico de la soldadesca, que mata a todo bicho viviente: mujeres, ancianos, niños, animales…

Yahvé bendice la guerra y a quienes la hacen, santifica el combate, lo dirige, él manda, no en persona, evidentemente, sino inspirando a su pueblo; justifica los crímenes, los homicidios, los asesinatos, legitima la destrucción de los inocentes. Mientras no se trate de cananeos, puede proponer que se evite el combate y ofrecer en su lugar la esclavitud, señal de bondad y amor. A los palestinos les promete la destrucción total, la guerra santa, según la expresión terrorífica e hipermoderna del libro de Josué.

Desde hace dos mil quinientos años, ningún responsable surgido del pueblo elegido ha decidido que estas páginas recogen fábulas y ficciones prehistóricas peligrosas en grado sumo, porque son criminales. Al contrario. En todo el planeta existe un número considerable de personas que viven, piensan, actúan y conciben el mundo a partir de estos textos que convidan a la carnicería generalizada, sin que jamás nadie haya prohibido la publicación por incitar claramente al asesinato, al racismo y a otras formas de acción. En las yeshivas se trabaja por la memoria de estas páginas sin cambiar ni una coma, igual que no se toca ni un pelo de Yahvé. La Torá ofrece la primera versión occidental de las numerosas artes de la guerra publicadas a lo largo de los siglos.

1 comentario

lucigne -

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http://www.timesonline.co.uk/article/0,,23111-2317567,00.html