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Cierzo

Vertu, qué ojo tengo

Iba paseando por la calle y se me ha ocurrido detenerme ante el escaparate de una joyería para admirar esa fabulosa pluma Mont Blanc que nunca podré regalarme. En un lugar privilegiado del aparador había un teléfono móvil con diseño impresionante: sobrio, elegante, distinguido…, una auténtica joya.

He visto que la dependienta de la joyería estaba sola y con cara de aburrimiento, así que he entrado para informarme. Ella, muy amable, me ha facilitado un catálogo con las características técnicas del teléfono y me ha explicado que la casa Vertu fabrica los móviles más caros del mundo. Algo que, por puro obvio, yo había deducido. Luego me ha descrito las peculiaridades del aparato: la pantalla es de zafiro de 21 quilates, la carcasa está hecha de una aleación de metales que fue probada en un viaje espacial, dispone de una cámara acústica que reproduce el sonido de forma expansiva y con una nitidez única, un recubrimiento de cerámica sensible evita que el contacto del metal con la oreja resulte frío, las teclas están montadas sobre rubíes y puede resistir fuertes golpes sin sufrir ni un leve deterioro.

El teléfono cubre las mínimas prestaciones técnicas: llamadas de voz, envío y recepción de mensajes de texto y agenda. Pero poco importa si su dueño lo único que pretende es demostrar el estado de su cuenta corriente.

En cuanto al precio: 4.100 euros el modelo más económico recubierto en piel, el que he expone la joyería, pero en la gama alta podemos encontrar un diseño con carcasa de platino que cuesta 32.000 dólares y la versión en oro amarillo por 18.500 dólares. Nada. Una fruslería al alcance de multimillonarios.

Para babear un rato: Vertu

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