Guinea mon amour
Guinea Ecuatorial ha pasado de ser uno de los países más pobres del África subsahariana a ser extraordinariamente rico. El secreto del cambio se debe al descubrimiento de normes yacimientos de gas y petróleo que ya se están explotando y que generan pingues beneficios. El PIB del año pasado creció un 21.2% gracias, en parte, a los más de 230.000 barriles de petróleo que exporta cada día.
Estas cifras podrían hacer pensar que Guinea vive días de esplendor, pero sería una impresión errónea, más del 60% de sus habitantes se hallan en la más absoluta miseria y las expectativas de vida no superan los 50 años. No hay carreteras, ni hospitales, ni escuelas, ni viviendas, ni suministro de agua potable, ni nada de nada. Los beneficios del petróleo se los llevan las empresas concesionarias, en su mayoría norteamericanas: ExxonMobil, Amerada Hess y Maraton Oil, y el presidente de la República, Teodoro Obiang y su familia. El robo es tan descarado y de tales proporciones que incluso el Fondo Monetario Internacional ha denunciado que se hayan declarado secreto de Estado los beneficios que genera el oro negro.
Guinea es uno de los países más corruptos, donde los derechos humanos no existen bajo el régimen despiadado y dictatorial de Obiang, y, sin embargo, cuenta con el apoyo internacional y el de los mismísimos Estados Unidos, país que se distingue por ser azote de las dictaduras y defensor de las libertades. Y es que el dinero todo lo tapa.
España, sin ir más lejos, intenta hacerse con un trozo de la tarta petrolera de Guinea, y se ha comprometido a garantizar que no permitirá operaciones de desestabilización que puedan poner en peligro la poltrona de Obiang. A cambio, espera que Repsol, compañía petrolífera española que se gastó una millonada en prospecciones durante los años ochenta y que no encontró una gota de crudo, pueda compensar las pérdidas.
El cinismo de Estados Unidos llega más lejos. Cerró su embajada en este país en 1995 como protesta por las violaciones de los derechos humanos y, en cuanto el petróleo comenzó a manar, la reabrió para dar apoyo a los más de 3.000 ciudadanos estadounidenses que trabajan en los pozos. Además, para facilitar las transacciones comerciales, el Houston Express enlaza el aeropuerto George Bush de la capital tejana con Malabo en 16 horas sin escala.
Teodoro Obiang es un dictador indecente y su país la casa de tócame Roque, pero mientras no ponga trabas al enriquecimiento de los inversores todo irá como una seda. Mientras el tío Sam esté contento, a los guineanos que les den.
Estas cifras podrían hacer pensar que Guinea vive días de esplendor, pero sería una impresión errónea, más del 60% de sus habitantes se hallan en la más absoluta miseria y las expectativas de vida no superan los 50 años. No hay carreteras, ni hospitales, ni escuelas, ni viviendas, ni suministro de agua potable, ni nada de nada. Los beneficios del petróleo se los llevan las empresas concesionarias, en su mayoría norteamericanas: ExxonMobil, Amerada Hess y Maraton Oil, y el presidente de la República, Teodoro Obiang y su familia. El robo es tan descarado y de tales proporciones que incluso el Fondo Monetario Internacional ha denunciado que se hayan declarado secreto de Estado los beneficios que genera el oro negro.
Guinea es uno de los países más corruptos, donde los derechos humanos no existen bajo el régimen despiadado y dictatorial de Obiang, y, sin embargo, cuenta con el apoyo internacional y el de los mismísimos Estados Unidos, país que se distingue por ser azote de las dictaduras y defensor de las libertades. Y es que el dinero todo lo tapa.
España, sin ir más lejos, intenta hacerse con un trozo de la tarta petrolera de Guinea, y se ha comprometido a garantizar que no permitirá operaciones de desestabilización que puedan poner en peligro la poltrona de Obiang. A cambio, espera que Repsol, compañía petrolífera española que se gastó una millonada en prospecciones durante los años ochenta y que no encontró una gota de crudo, pueda compensar las pérdidas.
El cinismo de Estados Unidos llega más lejos. Cerró su embajada en este país en 1995 como protesta por las violaciones de los derechos humanos y, en cuanto el petróleo comenzó a manar, la reabrió para dar apoyo a los más de 3.000 ciudadanos estadounidenses que trabajan en los pozos. Además, para facilitar las transacciones comerciales, el Houston Express enlaza el aeropuerto George Bush de la capital tejana con Malabo en 16 horas sin escala.
Teodoro Obiang es un dictador indecente y su país la casa de tócame Roque, pero mientras no ponga trabas al enriquecimiento de los inversores todo irá como una seda. Mientras el tío Sam esté contento, a los guineanos que les den.
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