Sobre el arte y los artistas
(En el principio, el mundo se encontraba desordenado y vacío, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: Sea el Arte, y el Arte existió.
Génesis, sui generis)
Los grandes artistas clásicos que figuran en la historiografía del Arte no eran profesionales en el sentido estricto del término, vivían gracias a su arte trabajando como asalariados de prelados, reyes o mecenas, pero eran considerados como artesanos, perteneciendo al mismo escalafón que los criados, pajes y cocineros. Llegaron los tiempos modernos y los artistas quisieron no sólo vivir de su arte, además intentaron hacerse con una reputación, para ello se rompieron los viejos arquetipos del arte clásico y se dejó de lado la búsqueda de la perfección y la estética, se quebrantaron los parámetros de los cánones griegos y se abandonó el aislamiento del estudio para salir a la calle e integrarse como parte activa en una sociedad política. Entonces vino la vanguardia artística, que adoptó un nuevo ideario estético, ser vanguardista era nadar contra la corriente que movía el mundo, hacer mella en las conciencias cortesanas del momento. Con los años, el arte de la modernidad cayó en la rutina y fue almacenado en los museos de arte moderno. El artista consiguió cierto status, ya no era una persona rara ni significaba una afrenta para la familia que uno de sus miembros fuera escultor, músico o literato. Pero haber quebrantado todas las normas tuvo sus consecuencias y las nuevas creaciones artísticas quedaron semiescondidas por un culto a la importancia que fue un lastre para los artistas posteriores.
El artista contemporáneo intuyó que había llegado su oportunidad, recogió algunas banderas enarboladas por los modernos y perpetró atentados estéticos dándole preeminencia al feísmo, a la no-obra, a lo efímero, etcétera. Su lucha no es contra los prejuicios estéticos de la sociedad, sino contra el arte en general como icono de triunfo y como institución. Se llega a ser artista tras haber cometido una serie de atentados simbólicos contra el arte, prueba de ello son las negaciones reiteradas de la voluntad estética. A diferencia del artista moderno, el artista contemporáneo reniega de ser autor y crea productos sonoros que no son música, productos visuales que no son cuadros para colgar en un museo, productos escritos no son poesía... El éxito de los contemporáneos tampoco tuvo los resultados apetecidos y llegó en megamercado del arte.
Con la postmodernidad, mal resuelta y aún no finiquitada del todo, el vale todo se abre paso a codazos y consigue su lugar, convirtiendo el arte en una actividad que a simple vista produce obras azarosas y fortuitas, aunque se dejen pocas cosas en manos del azar y la intuición. Hoy el artista lucha por ser un magnate profesional y confecciona su no-obra realizando otros oficios muy rentables, ya no se dedica en exclusiva a su arte, tiene un trabajo convencional y viste a la última, algunos van de bienal en bienal, de promoción en promoción, de beca en beca, su actitud ante el arte ha cambiado significativamente y hay quien deviene en un endiosado insoportable. Otros justifican sus obras con una palabrería ininteligible por lo especializada. Otros aplican las nuevas tecnologías. Muchas de las obras artísticas son propuestas efímeras que no logran conectar con la sensibilidad del espectador que las observa con mucho recelo... Hemos vuelto al caos original, cuando el mundo del arte se encontraba desordenado y vacío.
Génesis, sui generis)
Los grandes artistas clásicos que figuran en la historiografía del Arte no eran profesionales en el sentido estricto del término, vivían gracias a su arte trabajando como asalariados de prelados, reyes o mecenas, pero eran considerados como artesanos, perteneciendo al mismo escalafón que los criados, pajes y cocineros. Llegaron los tiempos modernos y los artistas quisieron no sólo vivir de su arte, además intentaron hacerse con una reputación, para ello se rompieron los viejos arquetipos del arte clásico y se dejó de lado la búsqueda de la perfección y la estética, se quebrantaron los parámetros de los cánones griegos y se abandonó el aislamiento del estudio para salir a la calle e integrarse como parte activa en una sociedad política. Entonces vino la vanguardia artística, que adoptó un nuevo ideario estético, ser vanguardista era nadar contra la corriente que movía el mundo, hacer mella en las conciencias cortesanas del momento. Con los años, el arte de la modernidad cayó en la rutina y fue almacenado en los museos de arte moderno. El artista consiguió cierto status, ya no era una persona rara ni significaba una afrenta para la familia que uno de sus miembros fuera escultor, músico o literato. Pero haber quebrantado todas las normas tuvo sus consecuencias y las nuevas creaciones artísticas quedaron semiescondidas por un culto a la importancia que fue un lastre para los artistas posteriores.
El artista contemporáneo intuyó que había llegado su oportunidad, recogió algunas banderas enarboladas por los modernos y perpetró atentados estéticos dándole preeminencia al feísmo, a la no-obra, a lo efímero, etcétera. Su lucha no es contra los prejuicios estéticos de la sociedad, sino contra el arte en general como icono de triunfo y como institución. Se llega a ser artista tras haber cometido una serie de atentados simbólicos contra el arte, prueba de ello son las negaciones reiteradas de la voluntad estética. A diferencia del artista moderno, el artista contemporáneo reniega de ser autor y crea productos sonoros que no son música, productos visuales que no son cuadros para colgar en un museo, productos escritos no son poesía... El éxito de los contemporáneos tampoco tuvo los resultados apetecidos y llegó en megamercado del arte.
Con la postmodernidad, mal resuelta y aún no finiquitada del todo, el vale todo se abre paso a codazos y consigue su lugar, convirtiendo el arte en una actividad que a simple vista produce obras azarosas y fortuitas, aunque se dejen pocas cosas en manos del azar y la intuición. Hoy el artista lucha por ser un magnate profesional y confecciona su no-obra realizando otros oficios muy rentables, ya no se dedica en exclusiva a su arte, tiene un trabajo convencional y viste a la última, algunos van de bienal en bienal, de promoción en promoción, de beca en beca, su actitud ante el arte ha cambiado significativamente y hay quien deviene en un endiosado insoportable. Otros justifican sus obras con una palabrería ininteligible por lo especializada. Otros aplican las nuevas tecnologías. Muchas de las obras artísticas son propuestas efímeras que no logran conectar con la sensibilidad del espectador que las observa con mucho recelo... Hemos vuelto al caos original, cuando el mundo del arte se encontraba desordenado y vacío.
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