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Educación infantil

Educación infantil

Rousseau no fue lo que podría decirse un padre modélico, pues envió a sus cinco hijos a un orfanato. Más tarde, avergonzado de su proceder, se defendió alegando una serie de motivos deslavazados: no tenía suficiente dinero para alimentar a las criaturas, no tenía la certeza de que su compañera, la lavandera Thérèse Levasseur, no se hubiera quedado embarazada de otros hombres, también tenía dudas de que Thérèse fuera capaz de criar a sus hijos. Además, fue preferible apartar a su descendencia de la enervante influencia burguesa y permitirles el placer de la disciplina de una institución pública. Por último, ¿cómo hubiera podido escribir con tranquilidad en una casa llena de ruidosos niños? Si uno quiere convertirse en padre de la pedagogía moderna no puede rebajarse a las minucias intelectuales que exige la educación de los propios hijos.

 

Los hijos de Rousseau fueron declarados expósitos y crecieron anónimamente. Fue imposible localizarlos más tarde, cuando su progenitor se quejó de que nunca podría sentir la bendita dicha de abrazarlos con su tierno corazón paternal. Nadie podía acusarle –alegó Rousseau- de haber sido un hombre sin corazón ni un padre desnaturalizado. Al fin y al cabo, culmina sus autoconfesiones con la idea de que: a él también le hubiera gustado educarse en un orfanato.

 

Rousseau nos enseñó que los niños son distintos que los adultos. Antes de Rousseau se estimaba que la infancia era un estado de imperfección humana. Por el contrario, Rousseau consideraba la niñez como una fase larga e importante del desarrollo, que conduce gradualmente a la madurez a través de una serie de etapas. El autor de “Emilio” puso de manifiesto que los niños tienen necesidades diferentes de las de los adultos y que piensan y perciben de otra manera. Rousseau afirmó que los niños han de aprender de la experiencia y no de reglas dogmáticas que no pueden comprender. No se les debe exigir algo que a su edad no son capaces de hacer. Los niños deben desarrollarse como las plantas, a las que se deja crecer y hacerse fuertes antes de podarlas.

 

Rousseau ilustró su concepto pedagógico describiendo un niño tipo al que llamó Emilio. Su pedagogía se basaba en la hipótesis fundamental de que el hombre es bueno por naturaleza y de que es la sociedad la que le corrompe. Los niños poseen una perfección natural sin adulterar. Por esta razón, Emilio debe ser educado para conservar en lo posible esa excelencia natural de la infancia mientras le preparan para vivir en sociedad.

 

Emilio pasará los primeros doce años de su vida alejado de la sociedad, viviendo en el campo con la única compañía de su educador. No contará con ninguna ayuda para aprender a andar. Los golpes que pueda darse al caer no le perjudican, sino que le sirven para saber cómo levantarse. Su educación consiste básicamente en que su maestro se abstenga de intervenir en su desarrollo evitando cualquier injerencia decisiva.

 

Emilio vivirá hasta los doce años con la única compañía de su educador, que le dirige sin que el niño sea consciente de ello. El preceptor siempre mantiene el control de la situación. En todo este tiempo a su aprendiz no le enseñará ni a leer ni a escribir. Antes de formar su intelecto es necesario fortalece su cuerpo y despertar sus sentidos. Una vez que aprende a leer, la única lectura que se le permitirá es “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe, porque en ella encontrará la descripción de una vida autárquica en la naturaleza. La propuesta no deja de ser irónica, pues esta obra constituye el ejemplo clásico de cómo la sociedad burguesa explota la naturaleza todo lo posible para proclamar al fin la victoria de la civilización.

 

Entre los doce y los quince años hay que alimentar gradualmente el intelecto de Emilio, pero el alumno no se formará sólo con libros, sino también con excursiones al aire libre. Debe observar a la naturaleza y plantearse interrogantes que ha de resolver por sí mismo, ha de aprender a tener un pensamiento autónomo. A los quince años es posible confrontarlo con las cuestiones religiosas y morales, también conocerá al otro sexo y se le preparará para la vida matrimonial.

 

Hay que destacar que para Rousseau la educación infantil significa educación de los varones. Para él, formar a las mujeres no tiene sentido, puesto que, en su opinión, aunque son capaces de pensar, nunca lograrán comprender complejos nexos causales: las mujeres son como eternos niños. Su destino es el matrimonio y la maternidad. Las mujeres son esencialmente ingenuas, débiles, recatadas y, en cualquier caso, no les corresponde llevar una vida independiente. Sirven de entretenimiento al hombre y dependen de él.

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