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La Sexta Flota en Barcelona

La Sexta Flota en Barcelona

La Sisena Flota a Barcelona, de Xavier Theros, es un libro editado por La Campana y el Ayuntamiento de Barcelona, que recoge las andanzas de los marineros de la Sexta Flota norteamericana en la ciudad de Barcelona. La obra ha recibido el premio Josep Maria Huertas Claveria 2010 y en sus 488 páginas, muestra 66 fotografías de Català-Roca, Joan Colom, Nat Farbman, Pérez de Rozas y Marcel·lí Sáenz, entre otros destacados fotógrafos. Es la crónica de una época, el retrato de unas gentes y de una sociedad en fase de cambio hacia los tiempos modernos, un paseo por una ciudad que se abría al mundo.

Todo comenzó el 9 de enero de 1951. A las 6.20 horas llegaban al puerto de Barcelona cinco navíos de la Sexta Flota. Las autoridades y una multitud de gente fueron a recibirles con pancartas en las que se leía: Wellcome o Friends, también se encontraban allí las cámaras del No-Do para inmortalizar el momento.

El documentadísimo volumen presenta numerosos testimonios y describe cómo cambió la vida de los barceloneses con la llegada de la US Navy. Aquel frío día, entre la una del mediodía y las siete de la tarde, las calles de la parte baja de la Rambla y del barrio Chino de Barcelona se llenaron de grupos de marineros. Las tiendas, los bares y los prostíbulos, que habían colgado en sus locales banderas norteamericanas y carteles anunciando que todo era typical spanish, se frotaban las manos a la vista del negocio.

“Los primeros marineros que llegaron a tierra fueron los especialistas de cada nave, todos muy educados, algo tímidos y conscientes de cuál era su misión en Barcelona: quedar bien y dar buena imagen de la armada norteamericana”. “Pero también había otra clase de marineros, originarios de ciudades más grandes como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, etc. Estos, en cambio, solían quedarse solo dos o tres días en Barcelona y, si tenían un permiso de una semana, se vestían de civil y se iban a Madrid o a Andalucía” dice Theros.

Simpáticos, educados, amantes de la juerga y generosos con las propinas. Así recuerda Feliciano Bofarull, hijo y nieto de los propietarios del famoso restaurante Los Caracoles de Barcelona, a los marineros que iban a su establecimiento. “Un camarero se podía sacar de 200 a 300 pesetas al día en propinas”. El sueldo de los marineros no era alto, pero al cambio de moneda se multiplicaba. En 1951, 1 dólar equivalía a 22 pesetas. En los años cincuenta y parte de los sesenta, las únicas divisas que entraban en España eran los dólares de aquellos marineros norteamericanos.

De las 2.039 arribadas de la Sexta Flota a Barcelona durante 36 años, que reseña en su libro Theros, uno de los colectivos que más se benefició fue el de las prostitutas, que realizaban jornadas de 13 y 14 horas durante la semana que permanecía el buque atracado en el puerto.

En los años cincuenta los marineros provocaron un cambio radical en la forma de beber de los barceloneses: se puso de moda el güisqui y los cócteles, como antes de la Guerra Civil, y se popularizó el vodka con naranja y el tequila. Una de las bebidas favoritas era el tequila sunrise. Las borracheras provocadas por bebidas de mala calidad eran monumentales y las peleas, frecuentes.

El primer rock and roll que se escuchó fue el que sonaba en los discos de los marineros y todas las naves tenían como mínimo una banda; en los portaaviones y en los acorazados era habitual que, además, contasen con una orquesta, una coral, un grupo de jazz y algún grupo de rock.

También se puso de moda, aunque de forma transitoria, el beisbol, sobre todo durante las décadas de 1950 y 1960 y, con más arraigo, el básquet.

El intercambio de costumbres fue inevitable: los tripulantes de la Sexta Flota se aficionaron a las corridas de toros, al flamenco, al embutido, a los caracoles y a la sangría e introdujeron en Cataluña los pantalones tejanos, las medias de nylon, los slips, los chicles, los sándwiches y el encendedor Zippo, que tenía fama de no apagarse nunca.

Pero en los años 70 y 80 se fue desarrollando cierta hostilidad contra los marineros debido a la oposición a la dictadura franquista y a la política norteamericana y la Sexta Flota buscó puertos alternativos como el de Palma de Mallorca y el de Tarragona. Coincidió este periodo con frecuentes episodios delictivos, que hasta entonces se había procurado mantener ocultos a la prensa, pero la salida a la luz pública de las peleas que enfrentaban a marines y marineros, blancos y negros, tripulantes con civiles y prostitutas, el abuso del alcohol y la incipiente presencia de la heroína, convirtieron el barrio Chino en un polvorín.

Por la Rambla de principios de los 80 abundaban grupos de personas que se manifestaban contra la presencia norteamericana gritando consignas como: “Yanquis go home” y la presencia de la Sexta Flota se percibía como una provocación. Incluso se produjo un atentado el día 26 de diciembre de 1987. El USO Mediterranean Fleet Center, un club privado que la Sexta Flota tenía en la plaza Duque de Medinaceli, recibió el impacto de un par de artefactos lanzados desde la calle. Cuatro jóvenes resultaron heridos y hubo un fallecido. Tres días más tarde los barcos anclados en el puerto de Barcelona pusieron rumbo a Nápoles. La Marina norteamericana consideró que Barcelona ya no era un puerto seguro y desde entonces la US Navy solo vuelve a la ciudad muy de tarde en tarde.

*Foto: Nat Farbman, Life

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