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Tattoo

Tattoo

Su historia se remonta a la Edad de Piedra. En 1991 se descubrieron en un glaciar los restos de un cazador del Neolítico que tenía la espalda y las rodillas tatuadas. Hasta entones, la persona tatuada más antigua de la que teníamos noticia era la sacerdotisa egipcia Amunet, adoradora de la diosa del amor y de la fertilidad Hathor. Vivió en Tebas alrededor del 2000 a.C. y sus tatuajes eran muy similares a los de la momia del cazador: diseños de puntos y rayas.

Los antiguos pobladores de la Polinesia se tatuaban cada centímetro de su piel con figuras geométricas. Y el término "tatuaje" (tattoo en inglés) deriva de la palabra polinesia "ta" que significa golpear.

El tatuaje se difundió en Occidente gracias a los exploradores de los siglos XVIII y XIX. El capitán Cook describió en sus libros el proceso de tatuaje que había presenciado en las Islas Marquesas y con los maoríes: "Manchan sus cuerpos pinchando la piel con los instrumentos pequeños hechos del hueso, que estampan o mezclan el humo de una tuerca aceitosa [...] En esta operación, que es llamada por los naturales ‘tattaw’, las hojas dejan una marca indeleble en la piel. Se realiza generalmente cuando tienen cerca de diez o doce años de la edad y en diversas partes del cuerpo".

Los presos fueron de los primeros grupos que usaron los tatuajes para diferenciarse del resto de la sociedad.

Los tatuajes comenzaron siendo patrimonio de marineros y presidiarios, hasta que se popularizaron y llevar uno era como colgarse del cuello el cartel: Soy un rebelde. Hoy se ha llegado al extremo en que lucir un tatuaje equivale a formar parte del rebaño. Si encima el dibujo es una estrella en el codo o una telaraña en la espalda, en ellos, o un dibujo tribal que ocupa toda la zona lumbar, en ellas, el mensaje se vuelve preciso y contundente al proclamar que no solo se es uno más del rebaño, sino que se carece de imaginación, buen gusto y personalidad.

Estos días de verano he podido constatar que quienes no lucimos un tatuaje somos minoría, unos bichos raros. Mientras el pirsin se bate en franca retirada después de haber visto glandes, prepucios y labios inferiores cuyos propietarios parecían desafiarte diciendo: A ver quién supera esto. El tatuaje sigue en boga, pero ¿por qué? Descartando que simbolice cualquier tipo de rebeldía, se podría atribuir a motivos estéticos, no sería la primera vez que el resto de la humanidad aplaude algo que a mí me desagrada. Pero esta teoría cae por su peso si pensamos que nada nos puede gustar tanto como para enseñárselo al mundo durante toda la vida, ni un tatuaje, ni una joya, ni una pareja. ¿Un mensaje? Tampoco, salvo los expuestos en uno de los anteriores párrafos. La única explicación que se me ocurre es la cultura. La falta de ella, quiero decir. Podría decirse que cuanta más tinta lleva una persona en la piel, menos la ha visto pasar ante sus ojos.

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