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El Cartesianismo

El Cartesianismo

El Dios de Descartes, frente a la mayoría de los dioses anteriores, no queda simbolizado por las cosas que ha creado; no se expresa en ellas. No existe ninguna analogía entre Dios y el mundo; no hay imagines y vestigia Dei in mundo. La única excepción la constituye nuestra alma, es decir, una mente pura, un ser, una sustancia cuya única esencia consiste en pensar, una mente dotada de una inteligencia capaz de captar la idea de Dios, esto es, del infinito (que es incluso innata) y de voluntad, es decir, de una libertad infinita. El Dios cartesiano nos suministra algunas ideas claras y distintas que nos permiten hallar la verdad, suponiendo que nos atengamos a ellas y nos cuidemos de caer en el error. El cartesianismo es un Dios veraz; por tanto, el conocimiento acerca del mundo creado por Él, que nuestras ideas claras y distintas nos permiten alcanzar, es un conocimiento verdadero y auténtico. Por lo que respecta a este mundo, Él lo ha creado por su pura voluntad y, aun cuando tuviese alguna razón para hacerlo, tales razones sólo las conoce Él. Nosotros no tenemos ni podemos tener la menos idea sobre ellas. Por tanto, no sólo es inútil, sino también absurdo tratar de descubrir sus propósitos. Las explicaciones e ideas teleológicas no tienen lugar ni valor en la ciencia física, del mismo modo que no tienen lugar ni sentido en matemáticas, tanto más cuanto que el mundo creado por el Dios de Descartes, es decir, el mundo de Descartes, no es en absoluto el mundo multiforme, lleno de colorido y cualitativamente determinado del aristotélico, el mundo de nuestra experiencia y vidas diarias (tal mundo no es más que un mundo subjetivo de opiniones inestables e inconsistentes basadas en el infiel testimonio de la confusa y errónea percepción sensible), sino un mundo matemático estrictamente uniforme, un mundo de geometría hecha realidad sobre el que nuestras ideas claras y distintas nos proporcionan un conocimiento cierto y evidente. En este mundo no hay más que materia y movimiento; o, siendo la materia idéntica al espacio o extensión, no hay más que extensión y movimiento.

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