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Cierzo

Los miedos de Flaubert son los míos

Los miedos de Flaubert son los míos

Cuando atravieso un momento creativo complicado, me gusta recurrir a Flaubert. Nadie como él me consuela de todos mis males literarios. En su correspondencia, expresa una realidad que no sólo comparto, sino que también experimento en carne propia. Si un autor de su talla tenía tantos miedos, los míos están más que justificados.

"¡Cuán exasperado estoy con mi Bovary!... Nunca he escrito en toda mi vida nada más difícil que esas conversaciones atestadas de trivialidades. Esta escena de la posada puede llevarme tres meses, a pesar de todo lo que sé. Algunas veces me pondría a llorar, tan desvalido me encuentro..."

"¡La Bovary me trae loco! Estoy llegando la conclusión de que no puede escribirse."

"Hay, en todo, algo inexplorado, porque estamos habituados a no servirnos de nuestros ojos, sino con el recuerdo de lo que se ha pensado antes que nosotros sobre aquello que contemplamos. La menor cosa contiene un poco de desconocido. Encontrémoslo. Para describir un fuego que llamea y un árbol en una llanura, permanezcamos ante ese fuego y ese árbol hasta que no se parezcan ya, para nosotros, a ningún otro árbol y a ningún otro fuego".

"Amo mi trabajo con un amor fanático y pervertido, como un asceta el cilicio que le rasca el vientre".

"Si a veces tengo momentos agrios que me hacen casi gritar de rabia, hasta tal punto siento mi impotencia y mi debilidad, hay otros también en que me cuesta contenerme de alegría. Algo profundo y extravoluptuoso desborda de mí a chorros precipitados, como una eyaculación del alma. Me siento transportado y todo ebrio de mi propio pensamiento, como si me llegase, por un tragaluz interior, una bocanada de perfumes cálidos".

"Me hablas de trabajo. Sí, trabaja, enamórate del arte. De todas las mentiras existentes, quizás sea ésta la menos embustera. Trata de enamorarte de él con un amor exclusivo, ardiente, fiel. No te fallará".

"Choco con situaciones comunes y con un diálogo trivial. Escribir bien lo mediocre y hacer que al mismo tiempo conserve su aspecto, su corte, sus propias palabras, es verdaderamente diabólico, y veo desfilar ahora ante mí esas lindezas en perspectiva durante treinta páginas al menos".

"Ya no hay artistas como los de antaño, de aquellos cuya vida y alma eran el instrumento ciego del apetito de belleza, órganos de Dios mediante los cuales se probaba a sí mismo su existencia. Para ellos el mundo no importaba. Nadie supo nada de sus dolores. Se acostaban tristes todas las noches y contemplaban la vida humana con una mirada de asombro, igual que nosotros contemplamos un hormiguero".

"Dices que me analizo demasiado, pero a mí me parece que aún no me conozco lo suficiente; cada día que pasa descubro algo nuevo. Viajo por dentro de mí como por un país desconocido, pese a haberlo recorrido ya cien veces".

"Es bueno, e incluso puede ser hermoso el reírse de la vida, con tal que se viva. Hay que colocarse por encima de todo, y por encima de uno colocar su espíritu, es decir, la libertad de la idea: declaro impío todo límite a ésta".

Sí, agonías del arte, que a mí me sirven para darme ánimos.

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