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Cierzo

Cosas nimias

En el catálogo de cosas nimias que conforman mi felicidad pondría el regusto que deja un buen café en el paladar, ese momento de la mañana entre el oasis del sueño y el ajetreo del día, y ese cruasán tierno y delicioso, rebosante de chocolate negro. El sonido del mar en una playa solitaria cubierta por la noche y envuelta en la suave brisa que huele a salitre. Esa lluvia de primavera que limpia el aire y lo impregna todo del aroma de la naturaleza pura. El paseo por un rincón perdido entre montañas. El espectáculo nocturno de un cielo cuajado de estrellas.

Colocaría la luz especial de sus ojos cuando me miran diciéndome cosas que las palabras no logran explicar. Las sonrisas y abrazos entrañables, capaces de curar todos los dolores del alma. Una conversación hecha de silencios cómplices y suave contacto de dedos. El encuentro con un amigo que lo es desde hace tanto que ni me acuerdo.

La lista de cosas nimias se completa con las melodías y canciones que perviven en la memoria asociadas a momentos inolvidables o que provocan estados de ánimo cercanos al éxtasis: un aria de la Callas, un adagio de Albinoni o un íntimo jazz.

La felicidad es tan efímera que nos damos cuenta de su existencia cuando ya se ha ido, una vez vivida. Por eso hay que valorar debidamente el catálogo de cosas nimias, pues en él se incluyen las cosas que de verdad importan.

También quiero añadir a la lista a esos lectores que casi son amigos, a los que siento cercanos. Por suerte conozco a algunos. Mis letras son suyas, vuestras. Porque estas letras, más que una parte de mí, son un regalo que vosotros me hacéis. Es lo que vosotros y yo tenemos en común. El gran regalo de la literatura, que también está, sobra decirlo, en el catálogo. Un catálogo incompleto, que se actualiza cada día.


Dedicado a Almena, un alma afín a la que, pese a la distancia, siento muy próxima.

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