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Cierzo

Dios fue mujer

La mente humana necesita encontrar explicaciones para todo, por eso cuando la ciencia se ve incapaz de proporcionarnos respuestas adecuadas, buscamos explicaciones en otras fuentes.

En el Paleolítico, los adelantos científicos se reducían al dominio del fuego o a la fabricación de toscos utensilios, por eso los primeros humanos necesitaban explicar fenómenos naturales que les sorprendían o atemorizaban. ¿Por qué la luz potente que brillaba en el cielo desaparecía y volvía a aparecer periódicamente? ¿Por qué había temporadas de frío y calor? ¿Por qué los árboles perdían sus hojas? ¿Por qué llovía? Sólo unos seres invisibles y omnipotentes podían hacer crecer la hierba, derretir el hielo, arrebatar la vida… Y, tal vez, por encima de esas deidades hubiera alguien superior que creaba, destruía, organizaba y movía los hilos desde la sombra. ¿Quién era?

En aquellos remotos tiempos, el hombre aún no había descubierto cuál era su papel en la procreación, creía que la mujer era fecundada por el viento, por el agua o por la tierra, que los dioses le habían regalado el poder mágico de engendrar hijos. La mujer-madre, gracias a su capacidad reproductora, se convirtió en Diosa, en generadora de vida.

Basándose en la multitud de representaciones femeninas halladas en las excavaciones arqueológicas, una teoría antropológica afirma que nuestros antepasados rendían culto a la Diosa Madre, nombre que se les atribuye a todas las diosas prehistóricas que fueron adoradas en las más diversas zonas del mundo. No se han encontrado representaciones de los genitales masculinos, sin embargo, las partes íntimas de la mujer se recrean profusamente en la pintura y la escultura paleolítica. Cuando los paleontólogos del siglo XIX encontraron aquellas figuritas de enormes caderas, pechos desmesurados y explícito pubis, pensaron que los cavernícolas eran unos animales en celo permanente. No consideraron la posibilidad de que aquellas figuras no eran la obra de un Rubens pasado de rosca, sino la imagen de una diosa fecunda, madre del universo.

Bajo los más variados aspectos, con ojos de pez o cabeza de serpiente, embarazadas o pariendo, las diosas prehistóricas fueron substituidas por unas sucesoras más refinadas como Isis, Beltis, Gea… que reinaron hasta que los hombres fabricaron un dios a su imagen y semejanza. A partir de ese momento, la Gran Diosa dejó de cobijar a la humanidad bajo su manto protector y la mujer sufrió un rápido y cruel recorte de sus libertades y prerrogativas. Dios se hizo hombre y el hombre fue el dueño de la mujer.

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