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Cierzo

Tarada emocionalmente

No se ha escrito una palabra seria sobre psicología femenina antes de mediados del siglo XX. De hecho, no existía nada llamado “psicología femenina” antes de que la doctora Judith Barwick escribiera el primer libro sobre este tema, a comienzos de los setenta. Por supuesto, se ha hablado mucho de la llamada locura femenina. Y, con frecuencia, a las mujeres que actuaban de forma considerada desobediente, desagradable o agresiva hacia los hombres que la rodeaban: padres, hermanos, esposos o hijos, se les colgaba la etiqueta de dementes y recibían palizas, eran encarceladas o encerradas en un manicomio.

Entre los datos curiosos que podemos hallar revisando las conclusiones de las autoridades científicas más avanzadas del siglo XIX, tenemos los siguientes:

 

Las mujeres son masoquistas por naturaleza y lo que más les gusta es que las violen, las apaleen y las sometan a la violencia.

 

Las mujeres normales son naturalmente menos sensibles al dolor que los hombres normales, así que no hay ni una sola razón para mostrase remilgados en cuanto a castigarlas. (El masoquismo sólo era considerado perversión en los hombres).

 

De manera que no sorprende que incluso los escritores de la época se adhirieran a la teoría de que “a las mujeres les encanta que les peguen”, porque era una señal de refinamiento intelectual, una indicación de que se estaba realmente bien informado sobre las cuestiones de interés científico.

 

Aunque el disfrute con el dolor físico nunca ha sido una característica definitoria de las mujeres, es cierto que el sacrificio personal sí lo ha sido. El apogeo del culto al sacrificio personal se produjo desde mediados a finales de la década de 1880. En la pintura, la música y la literatura, así como en la prensa popular del momento, la personificación de la mujer ideal era alguien que sacrificaba su identidad y encontraba su felicidad sólo en la felicidad de los demás. De esta manera, una conducta abnegada era el principio esencial para ser una buena mujer. Virginia Wolf describe como nadie al “Ángel del hogar”:

 

“Era profundamente comprensiva. Era inmensamente encantadora. Era completamente abnegada. Descollaba en las difíciles artes de la vida familiar. Se sacrificaba a diario. Si había pollo, ella cogía la pata; si había corriente de aire, ella se sentaba allí; en pocas palabras, estaba constituida de tal manera que nunca tenía una opinión ni un deseo propios, sino que prefería sintonizar siempre con las opiniones y los deseos de ellos. Por encima de todo, es necesario que lo diga, era pura”.

 

Aunque Virginia Wolf describió a su ángel a principios del siglo XX y, en realidad, estaba describiendo a las mujeres de mediados de la década de 1880, ese ángel aún mora en muchos hogares contemporáneos. Muchas mujeres continúan cuidando y criando, sacrificándose y satisfaciendo las necesidades de aquellos a quienes quieren. Hay cosas que cuesta cambiar.

 

Hoy en día, la mayoría de médicos y encargados de la salud mental siguen evaluando qué es normal o anormal en las mujeres basándose en normas masculinas. La psicóloga Carol Tabriz ha dicho: “Las mujeres se preocupan constantemente por dar la talla, hacer lo debido, ser como es debido. Es normal que las mujeres se preocupen por si son anormales, ya que la conducta de los hombres, la psicología de los hombres, sigue siendo el baremo de la normalidad por el que se mide a las mujeres y se las encuentra deficientes”.

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