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Cierzo

No soy feminista

No soy feminista porque el sufijo –ista no me gusta, pervierte cualquier palabra a la que se añada y es la bandera de las mentes pequeñas y fanáticas. Digo que no soy feminista sin tapujos y sin complejos, sin pedir disculpas ni añadir acto seguido que, en cambio, soy femenina.

Hace bastantes años, y como respuesta a una serie de violaciones cometidas en un breve lapso en Zaragoza, un grupo de feministas se lanzó a la calle recogiendo firmas bajo el eslogan: “Contra violación, castración”. Sí, pedían que a los hombres culpables de violar se les extirpasen los testículos. Recuerdo que una chica muy risueña me puso una hoja y un boli en la cara para que suscribiera esta petición al Gobierno. Yo me negué horrorizada, y la militante me miró con una enorme sorpresa, sin entender que pudiera rechazar una propuesta tan “de justicia”. ¿Estás de acuerdo en que al ladrón se le corte la mano, o al difamador la lengua? ¿Te parece bien que se mutile a un ser humano para hacer justicia?, le pregunté. No supo qué decirme. Quiero pensar que se le encendió la bombilla del buen juicio y bajo su luz vio lo descabellada que era aquella campaña.

Movilizaciones de este cariz y discursos extremistas aireados por grupos radicales son los que le han dado mala fama a un movimiento iniciado por unas luchadoras que trabajaron mucho y en condiciones muy duras para que la mujer alcanzase la dignidad de ser humano, de igual al hombre, y que me merecen todo el respeto y una eterna gratitud.

No soy feminista, pero lucho porque todavía falta mucho por conseguir, porque en la mayor parte del mundo ser mujer equivale a ser esclava del hombre, porque aún no hemos alcanzado el derecho básico de la igualdad, porque estoy en contra del dominio de unas personas sobre otras y porque vivo en este planeta y sé lo que en él ocurre.

En Nueva York circula una máxima para tratar con los hombres: "Cázalo, tíratelo y olvídalo". No estoy de acuerdo con esta versión kleenes, ni creo que debamos convertirnos en una versión masculina de mujer. La liberación femenina tiene que ser otra cosa. Hemos logrado que se establezcan nuevas reglas de juego, que se reformen leyes, hemos hecho una revolución sexual, hemos demostrado que podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos, no mejor ni peor que los hombres, a nuestra manera, la historia empieza a estar salpicada de nombres femeninos, hemos reinventado a la mujer, nuestra lucha es imparable, pero falta mucho por hacer.

Hay una idea preciosa de Martin Luther King que él aplicó a la esclavitud de los negros y que es extrapolable a cualquier grupo discriminado: "Queda mucho por hacer y puede haber momentos de retroceso, pero cuando un esclavo descubre lo que significa ser libre, nunca jamás vuelve a ser esclavo, aunque le pongan cadenas".

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